10.04.02 - La playa [La Casa Azul - El final del amor eterno]




¿Has sentido alguna vez que eres la playa y que alguien está excavando un hoyo en tus tripas? El sonido tan característico de la pala clavándose en la arena es tu alma desintegrándose. Que ataquen al origen de tu consciencia es una declaración de guerra totalmente explícita. "No mereces vivir" es lo que te están diciendo. Hay muchos tipos de dolor existencial, pero esta ansiedad debe de ser la arma de autodestrucción suprema.

El presente es tan cómodo como lo sea el sofá sobre el que estemos sentados. Pero lo que importa de verdad es la playa que visitemos. De tu mano me siento del IMSERSO, en el mejor de los sentidos. Porque apuesto a 40 años que las playas y los atardeceres seguirán ahí, sin terroristas bombardeando nuestros castillos de arena. Un litoral que se baña en mar de la tranquilidad, donde la marea trae orgonitas y polvo sideral.

Últimamente no soy capaz de meter los pies en la arena desde el sofá. Si me estiro, siento que me caigo en el pozo que yo mismo he excavado. La marea tarda meses en taparlo con sedimentos, así que debe de ser por eso que aún no hago pie. Tiene que ser eso. Para vencer ese vértigo a veces me reclino hacia tu lado del sofá, esperando encontrarte. A veces encuentro ese alivio y otras solo soy un peso muerto de amor.

Cuando salgo a la calle pensando en esa playa voy buscando esas piedras preciosas. Quiero encontrarlas por mi mismo sin tener que recurrir a Sephora o AliExpress, pero nunca se me ha dado bien. Será cosa de la hipermetropía. Y mientras deambulo por las calles me pongo un disco de transición tras otro. Todos cuentan mi historia con puntos suspensivos. Y yo no quiero suspender. Si me detengo por algún tiempo es cuando aparece el agujero. Y ya esté en la calle o en el sofá, ya sea playa o viandante, mi propia oscuridad me hace entrar en un bucle.

Tal vez mi error es pretender ser la playa y el turista al mismo tiempo sabiendo que el responsable de cualquier agujero en el fondo solo soy yo. Te abrazo y se me pasa, pero solo cuando sabes abrazar. Yo pensaba que solo querías jubilarte, pero a veces no sé quién es el más abuelo de los dos. Todos tenemos derecho a cambiar de opinión, pero está claro que el que no haya playa solo nos hace llorar porque tampoco sabemos qué poner en su lugar. ¿Dónde he dicho que venden felicidad? Ah, que no. Las orgonitas no son la felicidad. Son el atrezzo para la playa. La playa somos nosotros.

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