10.04.03 - Carne de conducir [La casa azul - Nadie Nunca Pudo Volar]


Tenía que probar la ultravelocidad. Es lo que siempre había querido hacer desde me que saqué el carnet. Llevaba más de dieciséis años coleccionando retrasos por no haber sido nunca un buen piloto. Pero ahora me había tocado una nave espacial de última generación y creía que era el momento de dejarse llevar. Invité a todo el mundo a un crucero en el que pensaba que nada podría salir mal. Cuanto lo lamento.

Me puse al mando de la nave con ansias de probar mi destreza, pero pronto todo empezó a salir mal: debido a un error de traducción, lo que tenía en posesión no era un carnet de conducir, si no carne que debía de conducir. En todos estos años, no me había dado cuenta de ese absurdo error porque nunca se me había ocurrido ir más allá de la traducción literal. Y yo, que soy casi carnifóbico, no tenía manera de afrontar tanta aventura desde mi demisexualidad. En "lo que no cura mata", Klaus&Kinski dicen que "para comer hay que morder". Pero yo no quería morder. Yo no había pedido carne. Se trataba todo de un error. Debería haber sabido que hace falta algo más que una nave y un carnet para una travesía tan arriesgada.

Cuando se desveló el error de traducción, ya había perdido el rumbo de la nave. Creía que estaba siendo valiente o poliamoroso, pero en realidad desde aquel momento me siento negligente. No me servía decir que cada uno hablábamos un lenguaje distinto. Yo no soy así. Es mi culpa. Por mi culpa.

En cuanto hubo un problema y saltó la alarma, los tergiversadores que confunden morder con dormir salieron huyendo. Aproveché la ocasión para hacer limpieza, y lancé al espacio a todos aquellos que confunden aceleración y velocidad. Poco a poco me fui deshaciendo de mis errores léxicos. Quería quedarme solo con las palabras más simples y puras de mi idioma nativo para evitar volver a caer en ese error. Pero había una palabra que seguía conmigo hiciese lo que hiciese: la ultravelocidad.

Si había sucedido todo aquello, si me había sacado el carnet yhabía ganado un concurso; no había sido una casualidad. Era porque yo siempre había perseguido y anhelado esa ultravelocidad. Quería asumir la culpa por haberle dicho que no al cortisol y que sí a la noradrenalina, pero de nada me serviría repudiar la carne si no consigo repudiar también la velocidad. Y ambas palabras están arraigadas en mi ser. Tengo tanta aversión a la carne como amor a la ultravelocidad. No hay nada que hacer con la nave o el carnet: el problema soy yo.

Un capitán se supone que no debe abandonar a su tripulación, pero no me veo ya capacitado para llevar la nave de vuelta a puerto. Me estaría engañando. Mi destino es volar por el espacio, mas allá de la barrera del sonido, acercándome a la velocidad de la causalidad, para ir más allá del horizonte del sucesos. Si me lanzaré al vacío a través de una exclusa o nos estrellaré a todos los que aún estamos a bordo, es algo que aún está por ver.

Tal vez eso no dependa solo de mí.

Comentarios