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Mostrando entradas de junio, 2009

7.04.18 (089) - Anthony And the Johnsons

Me jode que los Pollos sepan tan bien hacia donde vuelan... aunque sigo siendo lo suficiente iluso para sacar muchas cosas positivas del encuentro.

Finalmente me ahorré mis notas de secuestrador obsesivo porque me hacían parecer un secuestrador obsesivo y me limité a visitarte tras los 4 paseos hasta María Carbonell antes de su demolición.

La verdad es que el nivel me sorprendió para bastante, hasta el punto de perder un poco de fé en vosotras pero cuando saliste creo que estuviste genial y estoy seguro de que el sábado estaréis en la final. Al principio vi a una Extraterrestra demasiado fría, pero me he convencido de que era cosa del tiempo.

Espero que no se te haya olvidado mi currículum y que sí que me llames para contratarme. Yo firmo cualquier amistad y me aconsejan que no lo ponga tan fácil, pero no sé hacerlo de otra forma.

¡Al ladrón!

PD: Me apasionan las misteriosas casualidades aunque no sirvan de nada. Y sí, "Chup!" está fuera de contexto pero pienso usarlo lo que se pueda.

7.04.17 (088) - En el starbucks

Post en Loftárása


Como te había dicho que a veces me disperso ahí sentado, me habías dejado llevarme el portátil conmigo para poder jugar un poco. Así pues, tú estabas sentada con tu Frapuccino sobre tu rodilla, y a mi me habías cedido el sillón para que me encorbase contra el teclado y la pantalla para perder la vista en ellos.

A ti todo eso te gustaba: el frío sobre tu rodilla, lamer la nata del borde, observar como se tambaleaba la tapa descubierta y puesta boca abajo sobre la mesa, y sobre todo como perdía la conciencia centrado en la actividad con mi ordenador. Mi pelo se revolvía caóticamente cuando golpeaba el teclado, y te reías.
Y lo sé porque me enteraba mientras jugaba. Lo sé porque a eso jugaba.

Vale que tantas pulsaciones por minuto dejaban claro que no jugaba a ningún juego clásico de ordenador, pero seguro que no te imaginabas la forma de enfrentarme contra ti que llevaba a cabo tras mi escudo plegable. La tapa, al tiempo que me mostraba la pantalla, ayudaba a contener la esquizofrenia con la que mis dedos bailaban sobre el teclado.

Nunca te diste cuenta de la cara desfigurada de un Igor maléfico, y algo crecidito de ego u orgullo, que experimentaba con tus entrañas sobre la mesa de al lado. No eran gore mis intenciones de jugar con tus tripas, eran solamente el deseo de hacerte cosquillas hasta por debajo de la piel. Tú, chisposa, hacías que tus intestinos me atrapasen la mano y me engullesen como las tópicas plantas carnívoras amazónicas. Demasiados 80s y demasiado poco sexo convertían en eso mis pensamientos.

Peor, otras veces te ataba las extremidades a la silla y te desnudaba en aquel establecimiento abandonado. (Hasta en mis sueños más bizarros soy un envidioso de mierda, ¡todos los que entraban por la puerta se quedaban sin ojos debido al ácido acondicionado que caía del techo!). Si querías un buen frapuccino tendrías que contornearte, primero esquivando los hielos frios que bajan por tu pecho, y luego lamiéndote los restos de café que convertían en pegajosos tus muslos. A mi me gustaba saltar sobre ti y follarte como sea que el velcro se folla al velcro, o como Winnie The Pooh se masturba con un cántaro de miel. La Enfermiza Abeja Maya zombie que viola a su mujer-glucosa cada vez que esta iba ilusamente a por un granizado de café. La miel nublaba mi visión.... Bueno, admito que para estar basada en una rocambolesca idealización zoofilico-picto-lésbica todas las barbaries que te hacía eran realmente muy falocentristas. Mi imaginación acababa siendo mucha eyaculación y poco lo demás. Cuando dejabas los bordes de tu vaso libres de nata tras cada sorbo, las teclas se me desbordaban del teclado y tenía que culminar cada retazo de fantasía como podía. Tus frecuentes sorbidos me provocaba demasiados interruptus.

Cuando me mostraba cansado y me acariciaba los ojitos (en realidad, las ojeras), te reías de ternura porque hoy he trabajo mucho... Ya verás, ya.

7.04.12 (083) - Gravedad cero

Hacía ya mucho tiempo que su alienígena favorita había salido a buscar las Lays Vinagreta (que habían salido despedidas) al espacio y empezaba a impacientarse. Se supone que el contacto visible no se perdería, pero subestimaron el poder cegador del sol, cuyos rayos putivioletas afectaron a todo el instrumental de la nave. En el interior de la nave Dine, el Señor de las Casualidades Causales no sabía ya que hacer. Sabía que ella estaba cerca porque el cable que la unía a la nave devolvía la señal de que un objeto de 70 kilopondios (sumando el traje y el instrumental) seguía al otro extremo de este.

Dentro de la nave había música y comida, pero alguien que tiene tan cerca y tan lejos todas las estrellas del universo no puede evitar volverse loco cuando transcurre tanto tiempo sin que aparezca ni un solo asteroide al que pedirle un deseo.

Un día se colocó el traje de supervivencia, agarró el cable de varios kilómetros que todavía separaba a su amiga de la nave, y saltó sin mayor protección hacia el vacío del espacio. Cualquier viento estelar o un error en la trayectoria programada que le hiciesen soltar el cable durante un solo segundo le condenarían a viajar por el espacio sin rumbo, sin encontrarse nunca con ella.

Avanzó a trompicones contra la luz de aquella estrella de la muerte, hasta quedarse ciego. Se le quemaron las retinas pero ni una sola de sus lágrimas se evaporó.

Y solo él supo si logró llegar o murió quemado y deshidratado. Y con eso basta.