Tienen una capacidad casi ilimitada e inagotable para saltar en todos los charcos nublados y vaciar de ellos todas las mentiras. De esas salpicaduras nacen las brisas entusiastas que amontonan el otoño en los laterales de las calles. Las hojas aún turgentes y mulliditas me arropan de este letargo solar.
Sus pócimas transgreden lo risueño más allá de la voluntad. Derriten todas las líneas infinitesimales de mis cálculos poliédricos. Cada vez que mido una palabra en cuatro dimensiones ellas sorben con la intensidad de un autobús. Se hacen amigas de una farola en lo que yo tardo en deletrear la palabra cosmopolita.
Sé que me esfuerzo demasiado en perseguir su melodía andada, pero no sé correr de otra forma. Cuando se me acabe la batería crearán un muñeco voodoo que tirarán al fuego que anticipa ya su próxima olla caliente. Y soplarán sobre sus pócimas las brisas que crean los hechizos de la próxima estación. Y por pillar un poco de esa nueva vida, no me importaría sentirme mi propio embaucador.
Me entiendo mejor cuando no me comprendo. Cuando me brotan arbustos estériles del tórax. No hay nada más decepcionante que una verdad evidente. Me rebanaría con la lengua una loncha de hambre.
Las horas me esperan en la panadería. Se me derriten las entrañas al enfocar alrededor. El lenguaje es la muerte de la poesía. Fermenta agria la significación.
Me inyectas influencia en las manecillas del reloj. Tan solo me siento amparado bajo la destrucción de los símbolos. No existe nada demasiado demasiado, tan solo la opresión de la comprensión. La vida es un algoritmo ineficiente. Sentir es una canción.
A Darwin lo mató un sorbito de entropía. La metafísica no ha hecho más que empezar. Me lleno de amor la decadencia, porque es nuestra mejor herramienta de creación.
La empresa ha realizado un Expediente de Regulación de Empleo y ha dejado en la calle a decenas de empleados que no esperaban más que una pequeña reducción de jornada. Como único gesto humano, una psicóloga positivista (+) se encarga de hablar con cada uno de los afectados:
+
¿Qué siente ahora mismo?
-
Incertidumbre, abandono, cierta sensación de menosprecio...
+
Vaya. Esos sentimientos son bastante negativos. ¿No se da cuenta de que el origen de los mismos es usted mismo?
-
Sí, pero…
+
Nada, nada. Vamos a resolver esta situación con un poco de autoconocimiento y pensamiento positivo. Vamos a ver, ¿Cree de verdad que estaba tan bien en esta empresa?
-
¿Cómo dice?
+
Sí, mire. Seguro que tenía un sueldo de mierda y unas condiciones bochornosas. Le habrán hecho un favor.
-
No es así en absoluto. Estaba muy cerca de mi casa, llevaba ya 20 años en la empresa y mis condiciones y mi salario estaban muy por encima de la media del sector...
+
Vale, disculpe. Pero bueno, piense que usted aún tiene todo el resto de su vida por delante. ¿Qué edad tiene?
-
53 pero con 24 años cotizados.
+
Lo dicho, el resto de su vida por delante.
-
...
+
Mire, no le queda otra más que aceptar esta nueva situación; así que tiene que dejar de aferrarse al pasado. Olvídese de esos pensamientos dañinos y superfluos. ¡Borrón y cuenta nueva! Contacto cero a partir de ahora. Céntrese en su futuro. ¡Todos podemos aspirar a algo mejor! Mire dentro de sus sueños. ¡Monte su propio negocio!
-
Debido a mi propia naturaleza y a la de mis estudios, eso es prácticamente inviable.
+
¡Pero si nunca es tarde para reinventarse!
-
Además, no creo que sea para tanto. Solo digo que ninguna otra empresa será igual de buena, pero seguramente haya literalmente cientos de empresas que podrían contratarme. A pesar de mi edad, tengo los conocimientos y la confianza suficientes para...
+
Sí, esa actitud está muy bien. Pero ¿no cree que podría ir un poco más allá?
-
¿A qué se refiere?
+
Mire, toda su actitud me deja claro que usted tiene una clara dependencia hacia el trabajo.
-
¿Cómo dice?
+
Desde que me he puesto a hablar con usted, no habla más que de trabajar y trabajar. ¿Es que no se da cuenta de lo tóxico que es eso para su independencia? Se lo digo yo, que soy experta en Mindfulness.
-
No la entiendo. ¿Qué quiere que haga?
+
Mire, ¿ha analizado usted de dónde viene esa necesidad imperiosa por trabajar?
-
Necesito ganar dinero para poder afrontar mis gastos. Vivimos en una sociedad capitalista.
+
¿Qué dice de capitalismo? ¡Rojo! ¡Comunista! Vamos a ver, ¿realmente necesita usted de verdad tanto el dinero?
-
Ya me dirá… ¿Con qué voy a comer?
+
¡He ahí el problema! ¡Usted piensa en comer! ¿Pero no se da cuenta en lo tóxico que son todos los sentimientos que provienen de usted? Comiendo, usted está contaminado, malgastando los recursos del planeta, y haciendo perder tiempo a todos, empezando por usted mismo. ¡Eso no es nada productivo! ¿No se da cuenta de que su vida sería mucho más fácil si lograse controlar esa necesidad?
-
¿Me está diciendo que viva sin comer?
+
¿Pero cuando le he dicho yo a usted que viva? Está claro que la raíz de todos sus problemas es la vida misma. ¿No ha pensado por un momento que quizás, solo quizás, lo mejor para sus angustias sería dejar de sentir?
-
¿Es usted una psicóloga y me está incitando al suicidio?
+
¡No, hombre, no! Solo le estoy invitando a trascender todas las necesidades caprichosas y sentimentales de su biología. El poder de la mente no tiene límites. Mire, yo antes era un ser humano y ahora soy de… ¿Qué es lo que se lleva ahora? ¿Aún es trending Ciudadanos?
-
¿No me podrían enviar a un orientador profesional? Solo necesito ayuda para volver a hacer mis curriculums. Hace 20 años que no estoy en el mercado, ¿sabe?
+
Y dale. ¿Y qué hará después? ¿Volver a cambiar todas sus rutinas por los caprichos de otras personas? ¿Arriesgarse a que le vuelvan a romper el corazón? ¿Volver a malgastar el tiempo de otra empresa dando sorbos de más junto a la máquina de café en tiempo de cotización? ¡Qué irresponsabilidad! Madure un poco.
-
Solo se trata de intercambiar mi tiempo por un salario. Es lo más básico. Una relación sana de codependencia con la empresa. El bien de ambos que acaba siendo también el bien del propio sistema.
+
¿Cómo? ¿Qué es eso? Eso suena a cuestionar el status quo. ¡Rojo! ¡Anarquista!
-
Pero si ni tan siquiera estoy siendo transgresor. Solo estoy diciendo que se trata de crear algo que valga más que la suma de las partes. ¿No es así como funciona todo?
+
¿Qué dice? ¡Qué va! La vida y el amor son un juego de suma cero porque así lo dicen Nietzsche y los dioses del Individualismo. ¡No existe más camino que la autosuficiencia! Lo único que poseemos realmente es nuestra libertad. Cuando usted consiga ser la representación pura a incorpórea de su voluntad, dejará de sufrir y al mismo tiempo será la versión de usted más eficiente para el sistema. ¿No es maravilloso? El sentido de la vida, resuelto, ¡y sin necesidad de cuestionar nada ajeno a uno mismo! La solución a todo es siempre más capitalismo. Ahora ya, hasta en lo privado y personal.
-
Oiga; y ustedes, los del positivismo individualista, ¿No han pensado en aniquilar a la raza humana?
Antes creía en Nosotros™. Ahora tiro migajas para que se queden por barrer. Tengo un desprendimiento de empatía que suena como una melodía de Shepard. Siempre descendente efecto Droste. Ansiolíticos fractales y humor-ácido-lisérgico.
Echo de menos vivir dentro de tus neumáticos. Pero sé que es tan solo la abstinencia. He superado casi todas tus atmósferas. Ya me pitó la olla a presión.
Sigo en proceso de disolución. Ya no hago diagramas porque ya no trabajo para ninguna Causa. Asumiré mi función como enemigo del Estado. Los conformistas juegan al golf y los innovadores al padel. Los rebeldes tienen el pasatiempo de recomponerse el cráneo por dentro. Es por eso que son los únicos que de verdad saben brindar. ¡Salud!
Tal vez ya no soy buena persona. Tal vez la huella química de mis pasos atufa a incertidumbre. Tal vez quemé la identidad, el asa y el mango. Ahora la sangre burbujea por debajo de las muñecas y cierro los puños bajo las pinturas.
El hedor está tan interiorizado que no se ven las ventajas de la sobriedad. Sorbo ácido cínico haciendo todo el ruido posible. Creo que llegaré a eyacular salsa de soja mientras enredo mis dedos entre las raíces de una tierra inhóspita que me rechaza, pero al mismo tiempo me permite conectar todas las lombrices de mi garganta. Ahora me excitan por igual las bragas y el barro bajo las uñas. Creo que no se trata de una cuestión ni de entusiasmo ni de deseo; si no de una vaga sensación de conexión y pertenencia disfrazada de erotismo y melancolía.
Me dicen que el humor es bilis negra. Yo asiento estupefacto. Se encadenan más de 300 días de gritos mudos. Ya sé exactamente en qué me quiero ahogar.
Sigo pensando en Devilman Crybaby, solo que un poco más en Ryo que en Akira. Me agotaste las condescendencias. Ahora rompo los números de mis propias estadísticas y contribuyo a las teorías de los cristales rotos. Soy sociólogo de la melancolía y el desasosiego.
Creía fuerte en el concepto de lo ilimitado e inagotable, pero supongo que eso solo funciona cuando te derramas hacia tu interior. La colaboración entre Forever Collapsing Introverts y los Perpetually Disappointed Idealists se saldó con una trifulca en la que solo ganó el status quo. Realmente no me extraña nada, porque la victoria del materialismo estaba profetizada a cada minuto en el que admiraba tu Diógenes particular. Jugué a la innovación, e hice el ridículo ante Merton.
Me veo haciéndole el Myers-Briggs a cada chica que vuelque un contenedor ardiendo. Ojalá tengas éxito y resuelvas muchos casos como soñaba que soleríamos hacer. Siento que me invento el subjuntivo de verbos que nunca debieron tenerlo. Nada justifica esa violencia, así que nada embriaga más que la autodestrucción.
Goddamned machinery
Why don't you speak to me?
One day I am gonna take an axe to you
The pitter patter
What does it matter?
And where's that love
You promised me?
A los introvertidos se nos acaban las vocales. Dar señales de vida es el primer paso hacia la mediocridad. El color es tan falso como la luz y las ventanas. Ya solo al negro se le puede llamar hogar.
Para nosotros lo cotidiano es el envoltorio. Esta noche somos comida pegada a la piel. Queremos meternos dentro del tambor de una lavadora. Cerrar los ojos; e invertir la gravedad dentro de la cabeza.
Todo fluye desde dentro. La química rompe contra los músculos en oleaje. Llueve del esternón al suelo. Lo que colapsa se derrama en el interior.
La arritmia achanta a los valientes. Despreciamos nuestras extremidades. Se nos cae la lengua al labio inferior. Nos llevaríamos la mano al cuello. No aferramos una única cintura. Me abrasaría con cada radiador. Todo sentimiento que hay ahora es en forma calor. La progresión retumba hacia las entrañas. Ojalá se extinga el sol.
Siempre me arremangaba para proteger mi ropa del zarzal. Prefería hacerme heridas fáciles de lamer. ¿Qué voy a hacer ahora con todas estas cicatrices y las manchas que no se van?
A veces aún abro la esperanza y hago nuestros fotomontajes con el póster de Persona o la portada del Norman Fucking Rockwell. Esas son las moras insípidas, la pepita inevitable, la hojarasca seca y el regusto de la certeza de un árbol milenario. Billones han pasado ya por la pérdida sin retorno. Sobrevivieran o no.
Es el otoño. El gris del marrón seco pero aún orgánico. La putrefacción como paso natural del ciclo vital. La saliva en huelga y los labios cortados. La aridez en el dorso de las manos. Diez grados menos hacia la muerte térmica del calendario. Meses transpapelados en cada amarga sorpresa. La costumbre apática que no termina de matar a nadie. Cada hora más cerca del desaparecer de las sombras. Las ganas de zambullirse entre las zarzamoras, y no sangrar.
Yo lo que quiero es encontrar de nuevo a esa persona que era una casa -en el sentido más amplio de hogar- porque su piel eran platos calientes y sus ojos la privacidad del pomo de todas nuestras cerraduras. Allí podía habitar al margen de la ubicuidad de mi espíritu, porque una pareja es un caracol cuando se dan la mano en todas las espirales.
En mi casa tenía brisa ártica, atardecer bajo un chopo, la cálida arena de Junio y varias pokeparadas en el casco histórico. Fracasé en verbalizar todas estas obviedades de lo a gusto y cómodo que me sentía; y cuando pude percatarme de que ya no tenía cuatro paredes ya llevaba meses siendo despertado por las lágrimas cada nuevo día.
Ahora tengo una determinación falta de esperanza y sentimiento, porque hace ya más de seis meses que salté a Otra Dimensión y todos los portales interdimensionales que me encuentro llevan a una Realidad donde las cosas no pueden Ser.
Los manuales de autoayuda me dicen que debo renegar de mi corazón cuántico y ceñirme a la verdad del Uno y del Individuo, pero yo no compro esas patrañas neoliberales. Perdido fuera de la existencia he encontrado la forma de quemar esta filosofía totalitaria. Con el fuego de la revolución empática me haré hervir la sangre; y de su calor nacerá, no solo un nuevo hogar, si no una nueva nación para todos los descarriados.
Cree el ladrón que todos son de su condición. Eso es lo único que tiene sentido cuando se le ofrece un sacrificio a Dios y éste sin embargo contesta: “¿Pero acaso esto no es lo mismo que ya me has ofrecido antes? La sangre de tus huestes para mi ya es irrelevante”.
Duele el menosprecio y la falta de empatía. Yo solo tengo una vida y ofrecerla dos veces es mucho más de lo que deberías querer. Y tú, Dios, ¿Qué tienes que ofrecer más allá de una teleología defectuosa?
Yo tan solo esperaba algo de respeto, pero me gané más que nunca una visión panorámica de la espalda alejándose en el tiempo y la distancia. “El amor verdadero siempre vuelve”, pensé. Pero para eso tiene que ser, o bien amor, o bien verdadero. Aún no sé qué espejismo me engullía, pero realmente no es importante. No me arrepiento de ningún tiempo perdido, porque cada segundo fue ganado y disfrutado; pero sí lamento de haberme pasado de arrogante y haber sobrestimado la fé y la confianza.
Tan solo me queda esperar a terminar de desgarrarme. Y drogar mi autocomplacencia con Pessoa y Cioran. Desde aquí vislumbro claramente la lucidez en la oscuridad. Solo así, créeme, terminaré de renacer. Tal vez esté a punto de encontrar a ese nuevo Dios que de momento no es más que un sueño.
El dolor es una señal de alerta de nuestro sistema cognitivo. Tanto el físico como el emocional. Cuando nos pisan los sentimientos, ladramos y mordemos por un mecanismo de defensa ancestral; como si nos hubiesen pisado la cola que ya no tenemos.
Saber cuándo y cómo desafiar el dolor requiere de bastante inteligencia y experiencia. Nadie nace sabiendo, pero tampoco es que estemos en una sociedad donde se enseñe muy bien cómo aprenderlo. Ante la pregunta ¿vives o sufres el dolor? la segunda suele ser la respuesta más frecuente. Y así nos va. Masacrándonos los unos a los otros debido a nuestra incompetencia emocional. Utilizando a los demás como un combustible para nuestra propia felicidad, parecemos casi predestinados a rociarlos con gasolina cuando nos hieren nuestros sentimientos.
Podemos encerrarnos en el bucle egocéntrico del dolor, el del ojo por ojo y corazón por corazón, y acabar destruyéndonos; o podemos crear algo más grande de todo eso. Podemos crear empatía, conexión, comprensión y amor. En lugar de acurrucarnos en nuestro pozo de miserias, podemos buscar la compasión desde ese aturdimiento. Podemos ahogar nuestros gritos contra el pecho de un ser amado. Pero para todo eso hay que racionalizar el dolor. Enfrentarlo. Atravesarlo. Abrir nuestra amatista y demostrar al otro que, sí, nos duele; pero que somos capaces de superar todo lo que se nos venga encima. Porque creo que eso es lo que mejor define al ser humano y nuestra relación con la vida. Nuestra capacidad de adaptación y superación. Y el dolor es también una parte de la vida. Así que no basta sufrirlo; hay que saber vivirlo.
Hay quien dice que lo contrario del amor es el miedo. Y me sirve como metáfora para explicar cómo el miedo al dolor nos hace perder nuestra eficiencia afectiva. Es de cobardes renegar de nuestras emociones y obviar como afectan al resto. Porque ni mostrarse vulnerable es una debilidad, ni evitar el dolor es siempre la solución más sabia. Porque crear algo siempre cansa y duele; y más si se hace desde un plano tan íntimo como el emocional. Pero no por ello debemos renunciar a hacerlo. Al fin y al cabo, estamos hechos para ello. ¿Qué vamos a hacer si no con tanta inteligencia y valentía?
No hay ni por qué elegir. Se puede construir una catedral interna con nuestra autosuficiencia adulta, y al mismo tiempo tender los puentes que acaben generando la auténtica forma de riqueza que es la empatía. Aunque duela. Precisamente es es el lenguaje de nuestro propio cuerpo. El amor es lo que más vale, y por eso es lo que más duele.
Eres despreciable. Una nimiedad. Solamente una entre miles de millones. No estás tan comprometida con lo que de verdad importa y tu huella ecológica es más un pedo que una plantación. Desgastas nuestra tierra. Haces flaco favor a la existencia. Y aún así, eres de lo mejor que tiene este planeta que ofrecer. La cúspide del intelecto humano. Las pirámides de la empatía. Tan inteligente que conviertes el lenguaje en verborrea; y la verborrea en pie, cuerpo y titular. Eres huella y eres trascendencia.
Eres fea. Grasienta y deforme. Tu cráneo no está capacitado para albergar a todo tu ser y se pierde más allá de toda simetría. Tu cuerpo es fuerte donde no quieres que sea y frágil donde lo debería tocar. Tu piel es porosa y marchita; y aún así la quiero lamer aunque sea como a una esponja áspera. Eres mística, mítica y mitocondrial. Ardo al arañazo de un sudor ausente. Agitas mi cuerpo. Eres excepcional, eclipse a varias horas del día; semáforo siempre en intermitente y la última farola antes de llegar a casa. Eres el viento soplando contra los árboles y el rumor posterior al equinoccio de otoño y al de primavera. Con la brisa adecuada; la que construye belleza desde la paz.
Eres egoísta. Tu introversión te cierra más que los párpados. No puedes sentir cuanto todo se precipita demasiado cerca. Me llevas a un brazo de distancia y creo te gustaría devorarte a ti misma hasta no tener ni que invocar a los demonios por WhatsApp. Eres impertinente. Eres imprescindible. Eres impune. Trato de deformar la realidad cuando te quiero despreciar y fracaso. Yo solo puedo pensar en lo que no puedo comprender.
Todo pasa. Pasa la pereza y pasa la tristeza. Pasa su amanecer y la inevitable astenia. Pasa la apatía y pasa la anhedonia. Pasa la gravedad y pasa la frivolidad opuesta. Pasa la enfermedad y pasa la muerte. Pasa el Holocausto, pasa el cambio climático y hasta pasa la muerte térmica del Universo.
Pero no basta con ver las cosas pasar. Pero todo importa y ha de importar. Ante cualquier cosa, se debe actuar. Porque pase y nos vuelva a pasar.
A todos nos han hecho daño y nos han subvertido nuestras expectativas. Aunque se puede echar la culpa a los demás, y seguramente con razón; no se puede negar que lo último seguramente sea culpa nuestra. Tal vez podríamos haber intentado hablar antes o más claro. Tal vez podríamos haber tenido la inteligencia emocional de empatizar con la otra persona, o la madurez de aceptar en qué terreno nos estábamos metiendo. Tan solo puto hablar mejor y más claro, subnormal.
Dicho esto, estoy hasta los cojones de tanta teoría tóxica de la autosuperación. De la desaprensión emocional ante la vulnerabilidad de los demás. De cubrir las relaciones sociales con un aire de misterio “porque así mola más” y luego llorar porque tanta mística no dejaba ver las minas antipersona sobre las que estábamos saltando. Y cuando alguien tiene el valor de sacar una linterna, tacharle de aburrido o poco atractivo. Creo que somos capaces de ser mucho mejores que eso. Que ya tenemos una edad, hijos del liberalismo.
Que entre tanta negligencia emocional se infiltran los parásitos emocionales y los caníbales a devorar nuestros corazones a cambio de un polvo, se nos endurece el corazón mientras fingimos que todo nos da igual. Y al final nos acabamos preguntando por qué nos sentimos como si nos hubiéramos tragado medio kilo de gravilla. ¿Tal vez porque nos vemos puesto voluntariamente debajo de esa apisonadora, imbécil?
Que cada uno haga lo que le plazca. Que viva el Carpe Diem, el afecto y el sexo. Pero basta ya de huir de nuestra responsabilidad y abjurar de nuestra propia inteligencia. Si no desafiamos al status quo, ese que declara el carnismo sexual como único sentimiento válido, acabaremos siendo la Inquisición de los pocos Galileo Galilei que creen que el Ego no es el centro del Universo. No puede ser que los irresponsables o los cobardes conservadores sean los que se salgan con la suya. Somos humanos y tenemos tanto el derecho a ser felices como el deber moral de ser más listos. Más empáticos. Y si tiene que doler, que duela. Eppur si muove, gilipollas.
Me he apuntado a un curso de heteronormatividad posestructuralista en una asociación del barrio. Es algo muy de izquierdas, por lo que se toman apuntes en los márgenes de un folio ya usado, se cita a Latinoamérica -aunque solo al Cono Sur, México y Cuba-; y de vez en cuando se escribe en valenciano.
Se aprende el amor como la puntada entre dos cuerpos descosidos y el rasguño de la tela vieja que los visten. El sexo son manchas de vino, quemaduras de cigarrillos olvidados y hogueras en la desembocadura de los ríos. En la segunda clase ya aspiramos a ser el tercero de los hermanos Ferreiro. En la tercera, leemos a Jack Kerouac para follar.
Al final del curso recibimos un correo que sirve como certificado de asistencia. Se nos reconoce la capacidad para hablar de feminismo sin cuestionar ni un ápice las convenciones patriarcales que aún rigen las relaciones afectivas. Así, celebramos el final del curso yendo a una discoteca hipster; donde intentaremos encontrar (obviamente sin buscarlo) una nueva víctima, escogida por motivos "metasarcásticamente" superficiales (esto es que no, pero sí); a la que no nos ataremos ni en cuerpo ni en alma. Gracias a este curso, podremos observar con orgullo cada noche nuestra copia de segunda mano de Rayuela que tan bien decora y protege nuestra mesita de noche del contacto de la responsabilidad, la empatía y los condones usados.
Soñemos como quien intenta agarrar el mando a distancia con el pie. Caminemos con la ilusión de quien ve una moneda de un euro por la calle y decide no agacharse. Riamos con la euforia propia del escalofrío placentero de la primera micción de la mañana. Juguemos con el entusiasmo de quien espera el trigésimo noveno álbum de estudio de Bob Dylan. Viajemos con las expectativas de quien toma un AVE a Madrid cuatro veces por semana. Besémonos como quien trata de despresurizarse los oídos en un avión. Amemos como quien deja pasar a una persona con un solo producto en la cola del Mercadona porque no tiene prisa por ir a ninguna parte. Follemos con la intensidad de quien arrastra el botón izquierdo del ratón sobre el escritorio para comprobar si el ordenador se ha colgado o no. Masturbémonos como quien frota por tercera vez esa taza que aún tiene algún resto de cereales pegado. Celebremos un nuevo día como quien cambia de año solo por emborracharse. Salgamos de fiesta sin replantearnos el status quo. Esperemos al amanecer como quien decide no correr a por el metro porque pasará otro a pesar de la reducción de frecuencia del fin de semana. Escribamos como quien hace metáforas con vasos medio llenos y tubos de pasta dentífrica. Comamos como quien reniega de la comida de casa de sus abuelos. Cantemos como quien canta las canciones de Alejandro Sanz. Admiremos el arte como quien cree que la National Gallery es lo mejor de Londres. Maduremos con los eslóganes baratos de un fan de El Club De La Lucha. Vivamos como quien cree que no hay nada más intenso que la cita de Martín H. Llevemos la vida plena de un opositor. Cuestionémonos la realidad como un asesor fiscal. Preguntémonos por el significado de la existencia como lo hace un nacionalista conservador. Trascendamos a la misma como una cagada que no salpica. Muramos como un extra de una película de acción.
Hagamos de cada momento algo importante, como quien escribe en un blog.
Esparzo hacia fuera las vulnerabilidades con un cuchillo de untar. Me hago tostadas de cataplasma; y mastico sin más principio que la inercia. Si me atraganto con mis propias sílabas, finjo creer que no está pasando nada. Luego ya barreré el suelo hasta que no quede rastro de ninguna otredad. Ya he desayunado.
Maldigo la construcción social de la fortaleza mental y anarquizo las expectativas bajo las que amparo otras expectativas más. Solo así se mantiene al núcleo inconsciente. Así socializa el ser antisocial. Masturbo mi voluntad a los designios de Tinder, pero me fuerzo el vómito con los dedos antes de acabar en Antena 3.
Bajo toda esta basura al contenedor de orgánico y tiro mi Ego al de envases. Rescato del contenedor de papel unas fotocopias sobre Inteligencia Emocional. Vendo mi alma al Dios del capitalismo y salgo a pasear. Leo “entrepreneur” 6 veces más a lo largo del día. Anhelo hacerme terrorista del Fitness y asesinar por accidente cardiovascular. Death Note Mindfulness. Atropellar turistas en un coche-bicicleta de seis plazas.
Regreso a casa dorado de sangre con espuma de foie. Rescato el envase de mi ego del contendor. Es yogurt de vainilla. En la tapa hay premio. He ganado el control total del Estado. Legalizo el terrorismo, solo para verlo convertido en moda por las multinacionales, viendo el tirón que tuvieron las influencers con estos nuevos juegos del hambre. Se legitimiza la violencia y se adhiere a los principios del libre mercado. La gente aterroriza mal, pero por lo menos aprovecha las ofertas.
Nacionalizo Mercadona y luego Danone. Revierto el cambio de nombre de Danonino a Petit-Suisse, pero los hago veganos. La gente vuelve su ira contra mí. Los observo, despótico, desde una de las atalayas de mi palacio mientras lamo la tapa del envase. “Es de plástico”, pienso, y ordeno que el envase también sea compostable, como los cadáveres de un pueblo tan borreguil como irascible. Se produce el genocidio más impersonal de la historia. No hay muertos, tan solo una drástica reducción de la demanda. Nadie que me pueda devolver un Like en Tinder.
Al final solo quedamos dos; yo y un empleado de Danone. “Soy francés”, confiesa tras leer la Wikipedia. “Nadie es perfecto”, le digo. Abandono a Billy Wilder y La Filmoteca.
De cierta manera estaba dejándome caer de espaldas. Me han contado historias sobre lo fácil que es precipitarse pero nuestro instinto de supervivencia nos empuja contraproducentemente a pensar solamente en la hostia que podríamos llevarnos.
La vida tiene que arrugarnos la piel y sumergirnos en todos los charcos. La vida no se (des)gasta: cada respiración se conquista como los olores clavan su estandarte en la memoria. Entonces el río de agua viva provoca sus accidentes. Y tanto importa el don de fluir como el arte de encallarse.
Soy muy fan de estrellarse. Atar mi cuerpo a un trineo, que caiga ladera abajo y luego analizar la descomposición del cuerpo. Pero siempre juego con los trucos activados. No soporto los cadáveres, no me gusta el sabor de lo mortal. Todo, hasta el dolor, que sea eterno.
No es mi carne la que chispea sobre la sartén. No me siento un creador, solo un alquimista. Todo lo que puedo hacer es transmutar la materia. Soy un simple intermediario y no consigo verme como nada más.
La comida es ante todo combustible para nuestras células y química para el paladar. Puedo anticipar el deleite que nos proporciona y anhelar su jugosidad; pero no consigo que la cocina trascienda el arte como lo hacen escribir o follar.
Cada palabra es una elección, un significado, un cambiaformas. La empatía de un abrazo transcrita en símbolos que hemos aprendido a entender. Se sirve casi siempre fría y aséptica, pero una frase puede empapar todo el cuerpo tanto o más que una cena completa.
La esencia de la comida está en el alimento. La esencia de la escritura está en la elección. Los sustantivos son jugosos si así los he predispuesto yo. La comida es voluptuosa si así lo son sus propiedades intrínsecas y yo tan solo las puedo potenciar. La cocina es brujería, pero la escritura es jugar a ser Dios.
Quiero aprender. Aprender a cocinar como quien folla con palabras. Como quien consigue un suspiro al atar dos cuerpos a través de un vínculo intelectual. Quiero nutrir nuestra relación... con berenjenas, por ejemplo.
Vello facial: La primera en la frente. El patriarcado atenta contra la existencia del bigote femenino. No lo intentes en la primera cita, aunque a su vez ¿¿¿estás segura de que es lo suficientemente feminista si no te quiere ver los pelos del surco nasolabial??? Eso sí, si vas a ir por ese camino mejor darle una oportunidad a Groucho Marx que a Adolfo el Hitli. Por la revolución del proletariado y tal.
Peinado: Ugghh. El cuero cabelludo es una gran colección de células muertas. Gross.
Sonrisa: A los hombres les gustan las sonrisas, pero total, es su responsabilidad hacer gracia. Si eres funcionaria, siempre puedes optar por la cirugía para recuperar tu expresividad facial con la implantación de robots biocinéticos controlados a través de una IA de análisis de situaciones sociales.
Pintalabios: Fundamental que no se corra al sorber spaghetti. Para eso ya llevan boloñesa. Reemplázase por salsa de soja para un resultado más darks.
Respirar: Es indispensable para todo tipo de procesos biológicos, como el Ciclo de Kerbs. No hay nada más sexy que una mujer capaz de sintetizar Adenosín Trifosfato (ATP) de manera autónoma.
Tetas: Generalmente con tener dos es suficiente, pero es posible que a los machos humanos les gusten en toda disposición que sea simétrica: una central, tres en una fila o seis en tres columnas. Probablemente se podría experimentar con cualquier otra disposición, pero no hay muchas pruebas documentadas al respeto.
Vagina: Demasiado fácil. Se recomienda coser los labios mayores para conseguir una experiencia de ligoteo auténtica.
Autoestima: Vamos a ver, estás ligando con un hombre. Ya vas mal de eso. No sé qué coño estás leyendo. Las mujeres DE VERDAD son todas lesbianas. Ve escogiendo tu estilo: entre Anna Castillo y Gal Gadot.
Temas de conversación: Aquí hay varios niveles, según lo hondo que quieras llegar al corazón de un hombre.
Nivel básico: Habla del tiempo. Comenta que Paco Montesdeoca es mucho más sexy que Brad Pitt. Dónde va a parar. Qué dicción. ¡Qué ciclogénesis!
Nivel intermedio: Habla de feminismo. Si todo va bien, él sudará más que en la cama. Pero ten cuidado no le causes algún trauma que le pueda causar impotencia. Algunos no hemos podido pasar de la primera temporada de Handmaid’s Tale.
Nivel avanzado: Coméntale que tu vagina se contrae de manera espasmódica cada 0.8 segundos.
Perfume: Los hombres heterosexuales no tenemos glándulas olfativas. A lo mejor los bisexuales sí. A los heteros los bisexuales nos despistan como una dickgirl. Por eso redactar estas líneas está resultando tremendamente complicado. Pero oye, que trans rights are human rights. Un momento… ((El redactor colapsa)) Redactor 2: Mira, id a Nyx o a un Sephora, que se eche varias muestras en la lengua y que decida cual es la que le resulta menos desagradable; ya que al fin y al cabo así será cómo deberá recorrer tu piel.
Estilo: “Las formas y colores de esas camisetas. A las chicas Los Ramones se les pegan a las tetas.” Los Punsetes.
Estilo (ahora en serio): Mira, mejor no lleves sujetador, que es lo más progresista y a la larga desabrocharlos seguro que provoca artrosis. Las bragas a su vez son un elemento costumbrista, pero ningún chico les presta atención más allá de como barrera física para el punto 7. En general procura que vayan a juego con tu sujetador, salvo que tengas un día cubista. Uy, ¿acabo de decir que no lleves sujetador, no? Muy bien, ya ves pensando como un hombre hetero.
Estilo (el que importa menos, el de la ropa que se lleva encima): De nuevo, cualquier referencia a la feminidad hipersexualiziada (pechos, caderas, cintura, labios, mejillas, cejas, hombros, codos, axilas, pestañas, el lóbulo de la oreja, dedo meñique, tímpano, martillo, yunque, estribo, trompas de eustaquio, pulmones, bazo, tiroides y meninges) es demasiado fácil. Para asegurarse que triunfas por tu interior, lo ideal es que vayas con varias capas de ropa y un anorak como si fueras a la Antártida, o que directamente transciendas la ontología corpórea de tu existencia y te conviertas en un software similar al de la película Her.
Voz: Es importante que habléis el mismo idioma, aunque si el chico va ya con la idea de follar, esto se vuelve otro elemento intrascendente.
Consejo final: Si vais a cenar, alguien deberá pagar la cuenta. A los hombres, lo que nos pone de verdad, es desafiar el contexto socioeconómico contemporáneo y diseñar, ya sea en el mantel o en la servilleta, una estructura social alternativa donde la adquisición de bienes o servicios esté basada en una moneda cuyo valor esté interconectado al tiempo de trabajo y no a la adquisición de plusvalías a través de las jerarquías oligárquicas y burguesas que controlan el Estado desde hace Siglos. También podéis hacer un simpa, pero recuerda que es posible que eso repercuta en los pobres camareros que están trabajando por el SMI. Conciencia de clase, por favor.
Auténtico consejo final: Sé tú misma. Salvo que seas Cayetana Álvarez de Toledo. En ese caso, por favor, acaba antes el Bachillerato.
A veces los sentimientos se van casi más allá del subconsciente; donde no somos capaz de encontrar las palabras. Tal es la paz y la seguridad, que mi puto cerebro atrófico no encuentra material que analizar. Y supongo que tengo la enfermedad del pesimismo ante la falta de conflicto. Me gusta contradecirlo todo, empezando por mi mismo.
Definitivamente era un monstruo que tiene que pagar por sus pecados. Pero también creo que toda genialidad tiene un reverso perverso, y a lo mejor es el precio que me toca pagar por ciertas cosas buenas. La amabilidad creada por el egocentrismo. La innovación de lo disfuncional.
Aunque a mucha gente le cuesta horrores, pedir perdón y decir lo siento es lo fácil. Para mí es el primer paso para mejorarme a mi mismo. Una batalla que libraré de aquí hasta la muerte. Y espero divertirme y no hacerlo solo, y finalmente sin dolor.
+ Ya no puedo más
- Solo piensas en ti mismo
+ Necesito reposar
- Siempre fiel al dramatismo
+ Dime cuándo pasará
- ¿Qué te crees? Todos sufrimos esta vida en soledad
La primera en la frente. Es irónico que mis quejas sean también "una cuchillo que es solo filo". Al final las catedrales son salud mental y mis análisis son todo lógica. No es de extrañar que solo haya conseguido liberar la demencia con mis ejercicios de disección.
La ausencia de respuestas satisfactorias es a su vez una respuesta en sí misma. ¿Insatisfactoria? Como la vida misma. ¿Dónde acaba la vida y empieza Jaime Lannister? En todas partes.
No existe estructura cognitiva que no se encierre a sí misma en un bucle. Todos somos defectuosos, y los más cuerdos son simplemente mentirosos o psicópatas. Y entre estas tres opciones, yo siempre escojo la de la vida: la de sentir. El bucle de iconoclasias será, como mínimo, entretenido.
La destrucción tras cada explosión. Las cañerías que escurren su sangre entre las manos y la precipitan hacia la oscuridad. La poesía de la aniquilación. Ni el menor rastro de compasión ni de vida. Solo los hongos y bacterias de la putrefacción de un nuevo día. Los sedimentos creando un peso sobre un pecho incapaz de sentir. La sangre fluye, cae, y nada la detiene. La fuerza de la gravedad no se ha ido. No se puede restaurar lo que simplemente no puede desaparecer.
El culto al deseo como apología de la violación (como en Watchmen). La construcción del patriarcado desde la simiente del feminismo. La esclavitud sentimental y el BDSM moral. Todas cantamos a esos poetas capacitistas. Incapacitadores, más bien.
El sentimiento hipotecario como explosión romántica. La drogadicción al sexo y la lujuria por las catedrales. Así sí que es mejor casarse con quien no se ama; porque no se ama el amor, se ama el ser amado, el verbo pasivo. Idolatría burocrática para los parapléjicos emocionales. Mixomatosis para los tarados mentales. El Eterno Retorno de Nietzsche mal aplicado. Carpe Diem de marca blanca. Toda la herencia grecorromana en vano: Agapē contra Eros; enfrentados, no complementados. El cristianismo prolongando la Edad Media con cientos de contratos morales. El enriquecimiento injusto es inevitable en el ámbito administrativo cuando el amor no es más que un valor de mercado. No es ni tan siquiera culpa del capitalismo. Es la amatonormatividad.
Tengo que escribir en la palma de mi mano la memoria de los muertos; y nutrirme de esa experiencia ajena hasta teatralizar toda la introversión. No puedo seguir desviviendo así, entre las que se marchan y las que no van a venir.
Escribiré como Robert Mitchum en La noche del cazador, escribiré como Astrud en tinta azul cobalto. Palabras amorales y egocéntricas. Palabras para provocar la implosión de un universo.
Todo este tedio lleva escrito miles de años. El desasosiego es solo la palabra perpendicular que dispara mi empatía y que los humanos hemos creado de la obsolescencia programada en nuestro hastío existencial. Es la misma trampa universal que la zanahoria de Soma al extremo de un palo; pero en este caso es una espuela que nos pincha en el culo. Y creo que podemos ser más inteligentes que un sistema basado en una puta hortaliza.
Debo de saber y asumir que no puedo revertir la madurez sin una lobotomía, ni cambiar a mis seres queridos. Esto es lo que hay. O juegas, o pierdes. Eso lo saben hasta los adolescentes.
Yo también tengo mi propia catedral, pero está siempre con las puertas abiertas. A diferencia del resto no tengo fronteras y pensé que todo el universo podría caber en mí. Conozco, o intento conocer, el por qué de cada todo. En vano.
“La lógica es un cuchillo que es solo filo”. Lo más racional a veces son soluciones irracionales. Pero no soy capaz de asumir el coste de la transgresión porque sé que no es lo correcto. Lo he visto en los universos que tengo dentro.
Si ahora mismo desapareciera la fuerza de la gravedad y nos despegáramos de la tierra, todo tendría más sentido que lo que está ocurriendo. De nada sirve tener razón; o por lo menos de tan poco como tener ética.
Tal vez tenga que cerrar las puertas. La gente adora el misterio, y yo quiero público.
Su palabra quemará tus labios
y el viento moverá la ceniza
soplará las velas hacía el zigurat
que gobierna la tierra
Es antiguo
y descamado
es antiguo
y habla el Carnero:
La ciencia es mentira,
la ciencia es mentira, la ciencia es mentira, sin ti...
Te cortaron por la mitad. Tal vez varias veces. Crees que lo que haces es madurar, pero tan solo te estás oxidando. Las nuevas capas de tu propia piel que ahora quedan expuestas se tornan cobrizas con la edad. Ásperas pero frágiles por la profecía autocumplida del dilema del erizo.
A los erizos hay que sumar a todas esas personas sumidas en la epidemia contemporánea de la paraplegia emocional, por su incapacidad para comprender y gestionar sus emociones. Entre unos y otros acabamos con esta sociedad tan opresiva y asfixiante. Con el normativo culto al pánico y a la ignorancia.
Huele a óxido en cuanto se despeja el olor del amanecer. El corazón conectado al tubo de escape. Los sueños enterrados en alquitrán. Con la ternura relegada a los genitales, es normal que predomine la delicadeza de una apisonadora a la hora de follar. Usamos nuestros cuerpos para no usar el corazón. Y así se fagocitan los susurros ajenos y se ahogan nuestros propios anhelos mientras solo la eyaculación y el sudor salpican algo de nosotros al exterior. Nos queda un sabor metálico constante en la boca, debido al óxido que nos cubre toda la piel.
Somos una especie (auto)incapacitada mentalmente. Sucumbimos a la ansiedad ante la incertidumbre y somos débiles ante el incremento de entropía de la información. Esta entropía que crece al aumentar el desconocimiento, y que nos deja ciegos bajo el único mando de nuestras emociones y nuestros instintos. Algunos parecen tener el don de ser capaces de intuir lo correcto de manera innata, pero somos muchos más los que no.
A veces parece que la vida solo se puede vivir según las reglas de los tiranos de la extroversión más frívola. El terror a los halagos, la alergia al entusiasmo, la incapacidad para formar vínculos emocionales y el pánico generalizado al más sano dolor. El consumo superfluo en honor al carnismo sexual parece ser el único sentimiento válido.
Ojalá haya más valientes que construyan su propia alteridad. Creo en nosotros.
A veces te vislumbro en la frontera de mi zona de confort, saltando impune de un lado al otro. ¿Lo esencial es invisible a los ojos? Yo pienso lo mismo pero al revés.
Trato de moverme en tortuga y arrastrar mi hábitat. Me deshago de los muebles del pensamiento y me zambullo en el río de agua viva. Me convenzo de que solo estoy empezando con mi empresa de mudanzas. La música no me importa. El clima no me importa. Creo que puedo hacerlo. Y de pronto, choco contra El Muro.
La extroversión me oprime. El régimen disciplinario del personal me agota. La regulación no escrita sobre el comportamiento social me abruma. Entiendo el problema. En la empresa no se transportan soluciones.
Tal vez ha llegado el momento de dejar de ver este asunto desde una perspectiva racional porque nunca ha sido una cuestión de lógica y hay mejores situaciones en las que gastar esas energías.
Cuando se piensa más de lo que se habla se acaba llegando a una involución donde no sirve de nada reprochar y agradecer de manera simultánea. Parece divertido jugar a esta disfuncionalidad, pero ahí sí deberíamos dejar de comportarnos como niños; y dejar esto a los profesionales y no intentar jugar a los trastornos en casa.
Llegó la fecha de caducidad de todas las tsunderes. ¿Qué hicieron por él cuando le encontraron? Lo que ponía en el prospecto: Problemas de confianza, abuso de expectativas, desprecio y mala gestión.
Tú,
Implacable como un quitamiedos
Como la muerte fría
Como un día seco en Stalingrado.
Habría girado a la derecha por ti
Apagaría la luz delantera
Me habría parado la federal.
(...)
Malo de sangre.
Máscara negra.
Conde-Duque de Olivares.
Motorista fantasma.
Debería presentarme a mí mismo frente a un espejo y poder cambiar mi estética como en un videojuego. Quiero sentir y rastrear la influencia cultural de cada prenda. No soporto más capas arbitrarias. Quiero desarrollar mis propias poses. Quiero integrarme con la nimiedad; y ser un teatro de día y un desastre al anochecer. Hay mucho de mí dentro de mí para estar contenido aquí.
Quiero fluir como un río, y no como un kilo de naranjas rodando por las escaleras. Ser menos atrezzo y menos escenario. Extravertirme un poco. Destacar sin tener que basar el argumento en la excentricidad. Pero aunque la mona se vista de seda, mona se queda.
Todo esto empezó como un nudo que nos ha ido ahogando hasta el absurdo. La incomprensión se enroscaba en torno a la desconfianza hasta formar una soga paranoide.
“A mí me hace más fuerte, pero a nosotros no”. Por nuestra manía de hacernos los fuertes no he podido ver cuánto realmente me necesitabas en contra de lo que decían tus palabras. Y yo me acabé creyendo tus relatos pesimistas, alimentándolos aún más. Como te hacía tanto daño, dejé de creer para defender tu narrativa. "¿Qué es estar enamorado?" La soga ahora se mordía la cola como una banda de Möbius.
Nunca he soportado la incertidumbre. Estoy programado para sentir ansiedad ante determinadas indeterminaciones. Como Chihiro o Wirt, temo a lo desconocido.
Para vencer a la oscuridad me he pasado la vida aprendiendo y experimentando para conocer de antemano todo lo que podría suceder. Nunca he soportado los consejos capacitistas como “lo hacemos y ya vemos”. Yo lo analizo todo con mi habla egocéntrica. Mi esquema mental pretende llegar a ser todos los esquemas posibles. Solo así mi mente consigue empatizar cuando mi cuerpo falla.
Ahora estoy aprendiendo que tanto conocimiento es fútil e ineficiente. Lo único que me queda es un bloqueo autístico producto de mi introversión. Un castigo irónico, donde otros tratan de devolverme las palabras cuando yo solo busco contacto y amor. Y estoy de acuerdo con ellos. Si eso es lo que quiero, tengo que aprender a no ser tan yo.
信じる者に 与えられた罰
君の声は まだ届かないまま
何度も 触れていた 温もりを感じたい
This is a punishment, inflicted on those who believe
Your voice has still not reached me, and
I just want to feel the warmth I have touched many times
No te puedo echar de menos tanto cuanto te echo de menos para protegerme de llegar a la zona de disconfort donde todo se vomita por los espasmos que provocan los calambres de la dependencia. Eso implica mucho más amor del que crees, aunque tal vez menos del que te gustaría sentir.
Cuando las expectativas se colocan más allá de lo razonablemente funcional, no paran de sucederse los desastres. La vida no se trata de conformismo pero sí de madurez y responsabilidad: hay que soñar grande, pero con los pies en el suelo.
¿Acaso no te llena el presente? ¿Te deprime el futuro? ¿Confundes costumbrismo y mediocridad? Si no estás conforme solo existen dos alternativas: o bien el sentimiento no merece la pena, o bien aún te queda por aprender. Cuando te sientas adormecida pínchate a tí misma y deja de esperar que otros lo hagan. Todos tenemos derecho a estar cansados. Nadie va a cumplir tus deseos por tí. I can fake it until I make it, pero nunca podré contradecir el Principio del Amor Propio.
No quiero decir que seas ingenua o idealista. Yo solo he tenido la ventaja de demoler las terribles expectativas de la ignorancia infantil y del Mito del Amor Romántico a través de las tormentas y los desastres del Primer Amor. Lo que no te mata te hace más fuerte. Yo fallecí, me hice más fuerte, y ahora uso esta fuerza para fortalecerte a tí, asesinándote para liberarte de cada Horrocrux que te hayan incrustado después de nacer. Que la reina de las nieves sea la amatonormatividad no significa que la alternativa esté cerca de la anarquía relacional. Caos y órden. Dolor y gloria. Subyugación libre y voluntaria. Solo un segundo amor puede ser auténticamente eterno. Night is short, walk on girl.
Por tí daría mi vida, pero en determinadas circunstancias. Aunque lo he hecho muchas veces, sabes que no vale cualquier catástrofe. La fórmula en realidad es muy sencilla: Necesitas quererte un poco más de todo cuanto te pueda querer yo para que ese amor no se convierta en dependencia. Si tú te quieres 3000, yo te querré 2999. Lánzate un órdago a ti misma y entonces yo doblaré la apuesta. Es tal vez la verdad más sencilla del mundo y que a la gente más le cuesta comprender.
La vida está llena de estafadores y de jugadores en números rojos. Los primeros juegan al capitalismo con su corazón y los segundos son pobres dentro de un juego mental. Si tienes deudas dentro de tu propia vida tienes que estar jugando muy mal, ¿no crees? Todo lo que está dentro de tu cráneo no le pertenece a nadie más que a ti misma.
El amor es el juego de las semejanzas donde las diferencias puntúan doble. La batalla por la libertad no es antagónica a la calidez de todos los besos. Somos todos nuestros sentimientos y lo que hacemos (y nos dejamos hacer) por perseguirlos. Solo los más valientes se hacen vulnerables, pero eso no quiere decir que se sometan ante otros.
El amor no es egolatría, es teología. Para tenerte como una deidad primero tengo que creerme yo el auténtico Hijo de Dios. Pero me vale tanto Jesús como el Anticristo.
A veces creo que hace 10 años terminé de construir mis ojos, pero el deterioro de las mariposas y la opresión de los calambres me demuestran lo contrario. La zona de confort a veces actúa como el colchón de todas las ignorancias.
La ansiedad que brota emana siempre de las dudas y a veces se desborda a borbotones en las angustias que se tardan demasiado en responder. Es una forma de Dunning-Kruger. La condena del conocer.
Cuanto lamento que hayamos tenido que sanar con piromanía pero no existía otra forma y sigo creyendo haber hecho siempre lo mejor. Cualquier hielo se debe al fallo eterno e intangible de ser dos seres distintos e independientes. No hay nada que podamos hacer en nuestras cáscaras más que intentar caer siempre uno al lado del otro.
Necesitamos activar ambos el poder de la gravedad si no queremos acabar flotando inertes por distintos lugares del espacio. Las reglas de la física clásica son muy simples.
La burocracia y su papeleo ahora me son tangenciales a mis auténticas intenciones pero yo creé el proyecto y obtuve la licencia municipal porque sé que lo importante es acabar construyendo algo, aunque sea en las nubes. Tanto esfuerzo pareció una guerra porque los compromisos contractuales estaban difusos y le temo más a un abogado que a mi propio margen de error. Al final el principio de acuerdo ardió como el Windsor. ¿Teorías conspiranoicas? Cientos.
Mi firma no quiero que por accidente sea anagrama de Bojack. Ahora se me acusa de malversación cuando yo estaba ofreciendo un servicio con total y absoluta diligencia. Es una falta de respeto a mi yo de hace toda la vida pero tal vez tenga algo de razón la acusación porque en el fondo en este mundo no existen las acusaciones infundadas: existir basta para ser legítimo. Sentir nunca es una enfermedad. Y si el sentimiento me hace un monstruo, lo soy a tus ojos, y punto. Gregor Samsa, chapuzas a domicilio.
Te querré con todo mi cerebro allá dónde sea necesario, pero no puedo prometerte hasta el último latido de mi corazón porque si a alguien le da un infarto toca atravesar el pecho y apretarlo para hacer ruidos desagradables que el romanticismo no puede comprender porque al final todo está hecho de sangre y vísceras y hasta las lágrimas se pueden desmitificar si uno se pasa con la anestesia. Quiéreme si quieres que te quiera. Hasta que nuestras mentes hablen el mismo idioma y nos fundamos como una sola esponja. Permeables a la química y a la eternidad. Todo lo que hago es para no perder ni una gota más de todo lo que me mantiene con vida. Suero o nitroglicerina.
Los sueños funcionan mejor con la gente que los desecha y no establece luchas perdidas contra la rotundidad del Estado. Todos estos últimos anoches se ha cantado a la libertad por centésimo día consecutivo y yo he perdido el hilo porque soy más fan de la madeja que del extremo que rueda por las escaleras.
No doy la talla como superhéroe ni como supervillano y reniego de mi puesto de ciudadano de a pie. Mi fantasía es una tecnocracia pusilánime y lubricada con horchata. No escribo ebrio a la luz de un mechero, soy un burgués bajo el aire acondicionado.
A mí capitalistas y anticapitalistas me hablan de poder, pero yo analizo sumisión y obediencia por partes iguales. Antepongo el orden al caos (estudiando al caos desde el orden), y así se me marchitan las primaveras que me encuentro porque las quiero secar entre las páginas de un libro, por un apego totalmente out of character a las cosas que quiero conservar: ninguna. Cuando en realidad a mi me define mejor la trascendencia del todo.
No quiero entrar en las luchas de poder. Dócil como un perro que cree en la empatía y la ternura para salvarse. Como quien cree en La Esperanza, en la lucha de clases, o en el libre mercado. Eterno observador. Cobarde.
Todos tus poetas son capacitistas. Ninguno tuvo pubertad y todos crecieron a base de alcohol y barbitúricos. Ninguno tuvo primera vez, tan solo desencanto. Una patada en la espalda, y me dejan con la arena en la boca y la sal lacerándome la piel. La playa como único camino y ellos en las nubes. No tienen empatía.
¿Quién desencanta a los desencantados? Nadie. La toxinormatividad no se puede abolir. Me da vergüenza haber sido fiel a mi mismo. Hartazgo como herramienta de supervivencia.
En la Filmoteca me encontré con los muertos de la Nouvelle Vague. Los exiliados, como Jean Seberg; y las mudas, como Anna Karina. Abracé a Truffaut, como la opción moderada de corazón terrenal y concupiscible. Crecí sin que me dolieran las rodillas.
La realidad tampoco tiene rima ni una desmedida percepción de la belleza. No barre como un tornado en una vasta llanura. Me siento estafado. Me creí todas las performances. Belmondo tenía 32 años cuando protagonizó Pierrot Le Fou. Pero también Murakami, Salinger o Kerouac. Bukowski compensa a Nothomb. Todos fueron presas de un lento envejecer bajo el yugo del capitalismo. Farsantes antes que bohemios.
Vivir es el abrazo a los defectos. Se crece al digerir las angustias. No existe un final feliz. Si no sientes cierto desasosiego, estás parasitando tu zona de confort. La búsqueda de la panacea, el alivio, la catarsis y la redención es todo lo que da sentido a la condena que nos condena la biología. Las dos opciones que nos ofrece la existencia son la resiliencia y la Mala Fé. Ambas mortales e igual de (in)trascendentes. Pero yo creo que vivir es tener la integridad y la determinación de desafiarlo todo, empezando por nosotros mismos.
A veces nuestros arcos argumentales tienen vértebras quebradizas, infección de médula y hartazgo espinal. Los humanos nos lamentamos ante estas enfermedades como si la acción de algún cirujano pudiera evitar tamañas atrocidades. “¿Cómo puedes estar haciéndote a ti mismo?”, decimos. Pero nos olvidamos que la otra pregunta es igual de válida: “¿Cómo podría NO estar haciéndomelo?” Nuestra libertad radical no es más que un engaño del márketing neuroquímico de nuestro cerebro. Nuestra consciencia tiene sensacionales poderes cósmicos y un espacio chiquitín para vivir. Solo mediante nuestra libertad podemos escribir nuestro propio guión, como hizo Jaime Lannister (y con mucha mejor elaboración, espero 🙄).
“Find what you love and let it kill you” - Charles Bukowski.
Tell me God, are you punishing me?
Is this the price I'm paying for my past mistakes?
This is my redemption song
I need you more than ever right now
(...)
Cause we're going to shout it loud
Even if our words seem meaningless
It's like I'm carrying the weight of the world
I wish that someway, somehow
That I could save every one of us
But the truth is that I'm only one girl
Maybe if I keep believing my dreams will come to life
Construyes una catedral a lo largo de tu vida. Más que ensalzar la esencia que procede de tu existencia, el monumento sirve para tapiar esperanzas y cercar los bosques. Tus albañiles son migrantes que vienen de Literatura. Los nihilistas se suicidan desde los pináculos. Este cementerio gótico vertical es la Ruta Jacobea de todos tus sueños.
Quien intenta estudiar la arquitectura de tu psicología descubre tarde o temprano que todas las fachadas están tapiadas. Capturo los destellos de tus rosetones y con ellos planeo incendiar Notre-Dame. Tengo en contra a la Convención de Ginebra. Pierdo el juicio y voy a la cárcel por megalomanía.
¿Cómo quieres que esté aún más presente en una realidad que ya nos consume a cada segundo? No tengo tu fortaleza. Mi resiliencia es lo opuesto a tu sacrificio. Somos mártires simétricos. Eterno e incondicional son antónimos. Tengo una minusvalía sincericida es mi integridad moral.
Solo soy cobarde con lo que más quiero. Tal vez para evitarlo debería quererme más a mi mismo. Es por eso por lo que debo quemarme vivo desde la identidad. Échame la culpa si quieres pero déjame morir ya, por favor. ¿Acaso no ves todo lo que estoy sufriendo? Dolor y combustión moral.
Aún tengo la esperanza de equivocarme. Sigo creyendo en que todo el trabajo que he realizado nos podría dar 2500 días más. Tal vez 25000. Pero no en estos momentos. Soy informático y necesito resetear el mundo. Hágase el cataclismo. No le tengo miedo al Segundo Impacto.
El amor verdadero siempre arrasa con todo. Yo te lo cambio por amor eterno. Lo tendrás cuando lo quieras. Eso va más allá de la amatonormatividad: Hasta que alguna muerte nos separe.
Con el corazón acartonado fuimos a Hangzhou. Podía sentir el tacto ligeramente áspero dentro de mi nudo en la garganta. La ansiedad también de fiesta en mis entrañas. La pesadumbre de la humedad empapando nuestras miradas. Musgo en las calles y moho en el corazón.
Imaginé que me tirabas por el puente por ser un cobarde, mientras que yo optaba por soñar si yo podía flotar sobre mi paraguas como yo estaba flotando sobre mi indiferencia. Apatía. La última vez que la conocí fue en 2008 y me prometí que nunca más volvería a verla. Me lo tomé como una excepción.
La excepción piadosa tuvo su recompensa y las cosas mejoraron. En Suzhou pude volver a pensar en todas las posibles soluciones. Yo sigo queriendo creer mucho más allá de la misericordia. Pero en todas veo algún tipo de sufrimiento que no sé cómo evitar. Por tí, me dejaría atravesar por ese sufrimiento, pero necesito tiempo para poder firmar los contratos. Tú también lo necesitas. Si no, al final no nos quedará más que el fracaso de la empatía, y dejaremos de sentir cuánto nos queremos, o lo confundiremos con cuánto nos necesitamos.
Después de la putrefacción llegaron los días del enamoramiento del cadáver. Arrastraba un peso muerto con el que tenía que negociar mi amor. Me costó varios días que me volvieras a abrazar. Yo quería creer que no se trataba de ningún espasmo fortuito, si no que de verdad había voluntad más allá de la muerte.
Y aún así no sufría ni la mitad de lo que debería estar sufriendo. Porque sentía que todo valía la pena. Creía, y sigo creyendo, que era lo correcto. Aunque bueno, eso al fin y al cabo no es más que mi visión hipócrita demihedonista, ¿no? Mientras el demiurgo maligno asentía, tu cadáver se resbalaba de entre mis brazos.
Aún así, lo intenté por decimocuarta última vez consecutiva. Me enamoré y levanté tu cadáver de cada escenario del crimen como si así fuéramos a volver a sentir algo. Como si hubiera vida detrás de esos espasmos. Como si hubiera aún electricidad en el cerebro y sangre en nuestras venas. Te hice el boca a boca y no sentí ningún asco a pesar de tu estado. Nunca lo sentiré. Volvería a hacerlo. Siempre.
A pesar de quemar la identidad, la cobardía me convirtió en egoísta cuando removí toda la tierra que cargaba nuestro aire. Todo por intentar no hacernos daño a medio plazo. Abrazado a esa performance en pleno vuelo, no te afronté, y así te dejé vomitar la vida que tú misma te habías creado sin intentar siquiera darte una bofetada para espabilarte.
El resultado de mi estrategia fue que las primeras noches en Shanghái se llenaron de ruido blanco. Porque la performance estaba preparada para tu huelga emocional, pero no para el giro inesperado en el que el demiurgo maligno me acuchilló como si René Descartes fuese H. P. Lovecraft. A cambio de tanta cobardía debía afrontar un terror abominable. Dos de mis peores pesadillas se proyectaban sobre mi de manera simultánea.
Como siempre, me callé y acabé jugando a intentar no parecer un turista; haciéndome pasar por clandestino en un intercambio de idiomas de un tercer piso. Que hipócritas somos todos, ¿No crees? Supongo que eso es lo que hacen las personas cuerdas. Hacer que hablan mientras no cuentan nada. Pero yo es que soy un intensito y no sé expresarme si no es para follar a través de los ojos. Hubiera preferido prostituirme a cambio de un poco de empatía, pero bueno. Tal vez por esto recuerdo como un rayo de luz un momento en el que te empujé contra la intimidad y te besé. “No estás muerta”, pensé. No quería creer que ya no era más que un turista extranjero también en tu corazón. En el M50 escribí sobre luz incandescente y VPNs en Instagram. Era lo más parecido a gritar que tenía a mi alcance.
Cuando tenía un momento de lucidez, me evadía como acostumbraba. Para mantener la cordura, soñaba con pasaportes que se desintegraban y que la corriente de los ríos son desagües sin dolor. Los rascacielos son para volar y los aviones para estrellarnos.
"Si te sientes morir, parte; si sufres, huye. No hay más ley que el movimiento." - Amélie Nothomb
Creo que mi problema es que yo siempre he establecido vínculos emocionales con todas las cosas. No solo personas o animales, si no hasta con objetos, símbolos y conceptos abstractos. La Bondad, La Inocencia, La Tristeza, La Esperanza o El Amor siempre han sido como personas para mí. Tal vez por eso hasta prefiera Madoka Magica a Evangelion.
Mira, a mí es que si no me sale de dentro, no lo hago. Mi capacidad de sacrificio dura como 30 segundos, y la vida siempre se me hace bola. Ter dice que esa es una característica Millenial, pero yo necesito algo más que un himno generacional. Porque veo mucho disidente generacional y demás objetores de conciencia. No me puedo conformar ni con los que se acuestan pronto, ni con los que frikean de noche, ni con los que esperan hasta el amanecer. No me basta con una conexión tan generalista, yo necesito alimentarme de cualquier emoción. Yo soy todo hambre.
Cuando maté al puritano mojigato y conseguí la victoria del egoísta pensé que había ganado la guerra. Pero la realidad es que el enemigo sigue siendo el obstáculo y no sé vivir si no es este conflicto eterno. Nunca habrá una auténtica sensación de victoria y nunca me haré hermético.
Mi solución es la contraria: declararme demitodo. Abrazar todos los puntos intermedios en los que nadie quiere estar. Intraextrovertido, valientímido. Millenial viejóven, outsider entre los outsiders.
Tal vez es que necesito más del vínculo emocional que del aire. Soy un demiegoísta, incapaz de conformarme con una visión solipsista porque siempre acabo rebosando sobre cualquier puente emocional; y me debería dar igual que nadie lo entienda. Soy incontenible y solo soy feliz cuando transito estas estructuras empáticas. No soy un simple glotón, es que me encanta demicomer. Aún siendo tan melómano, es ahora cuando de descubrir que también se puede demibailar. Y ahora no me estoy desahogando, lo que creo que hago es demiescribir.
Realmente necesito que haya alguien al otro lado, incluso aunque lo haga para mí. A veces en una persona concreta, a veces una entidad abstracta. “Lo hago por ti, Esperanza” dice mi camiseta de Patamon (Digimon).
Ni era un puritano ni un libertario. Claro que creo en La Moral, pero no como te piensas. Lo que pasa es que soy demihedonista. Demiperezoso, demiglóton y demisexual. Solo así tiene sentido tanto demiromanticismo: ¡sobre un puente emocional conquistaré el mundo! Si en 32 años no me he curado este síndrome de abstinencia es inútil seguir confrontándolo. ¡Que se acabe ya la astenia emocional! ¡¡NUNCA ME HE SENTIDO TAN LIBRE!!
“People see rock and roll as youth culture, and when youth culture becomes monopolised by big business, what are the youth to do? Do you, do you have any idea?
I think we should destroy the bogus capitalist process that is destroying youth culture.” -Thurston Moore, guitarrista de Sonic Youth, al comienzo de "Heaven's On Fire" de The Radio Dept.
Tú que eres mitad una cosa y mitad la contraria. Mitad cobarde, mitad valiente. Mitad de día y un cuarto de noche. Fragmento varias nostalgias y absolutamente nihilista. Un poquito nonagenaria pero mucho más anarquista de lo que admites y mucho menos de lo que te gustaría ser. Porque al mismo tiempo todo es superfluo y trascendente. La sociedad del siglo XXI está compuesta por muchos oximorones: ofensas divertidas, identidades globales, trascendencia sórdida y depresión social. La única forma que hay de soportar la pesadumbre de este Zeitgeist cubista, donde la identidad es objeto de consumo y el entretenimiento es cualquier cosa mezclada con performatividad; es convertirse en hipócritas multidisciplinares a los ojos de los demás. Porque hay gente que cree que somos algo, y cuando no nos ajustamos a esas expectativas, su comprensión del mundo parece descomponerse en mil pedazos. Y yo quiero ser Greg de Más Allá Del Jardín y decir: no tengo sentido alguno.
Nuestra propia apariencia es la primera de las incoherencias. Nunca me he reconocido en el espejo: lo que reconozco como “yo” no es más que un ser con una determinada apariencia base que me toca personalizar a diario. Mi único consuelo es que estamos todos atrapados por igual, y que al menos esta persistencia de los objetos (el que siempre haya la misma mente dentro de un cuerpo) nos sirve para encontrarnos con el resto de penitentes. Para poder soportar esta condena, quiero que la principal función de mi cuerpo sea poder dar abrazos.
He estado coleccionando camisetas que cada dicen menos porque no soy nunca la misma persona que las compró. Estas prendas acaban siendo más un ejercicio de nostalgia que nos abriga la piel, en lugar de las banderas identitarias que pretendíamos exhibir en manga corta.
Tampoco veo mayor trascendencia en la posesión de un nombre. Solo sé que llamarme Daniel o María (los hombres más comunes de la última década según el INE) me habría hecho más insignificante. A veces un nombre se siente poco más que una herramienta para poder construir oraciones con sujeto y predicado.
Entre tanta pesadumbre y desasosiego apareció una luz efímera pero vibrante. Llena de energía. Palpitando como un púlsar. Una determinación que se acabó transformando en un éxtasis supersimétrico: tan solipsista como conectado de cierta manera con la realidad.
Pude bailar. Ni solo, ni con gente; pero estuve justo donde necesito estar. No fué bajo el ardor del centro del sol, pero sí en torno un confort embriagador. Me sentía ajeno pero integrado. Como poseedor de una forma de libertad tan radical como contenida. Justo lo que necesitaba.
La ansiedad se desvaneció para dejar paso al resto de problemas. La destrucción de la identidad ha dejado de ser una idea abstracta para convertirse en una corazonada. Incluso aunque al otro lado solo haya incomprensión y ostracismo; creo que es lo correcto. No puedo dejar que el colapso gravitacional me siga aplastando y me siga haciendo tan tan pequeñito. Quiero agarrar una estrella y quemarme la piel hasta erosionar cualquier identidad con la que no esté conforme para terminar fusionarme con el mismísimo centro del sol. Aunque sea solo.
No soporto que la gente pregunte “¿Qué tal?” al conocer a una persona. ¿Te crees que te voy a responder a eso, imbécil? ¿Y por qué dar dos besos a gente que no conocemos de nada? ¡Qué machista! Pero por otro lado el mundo ya es lo suficientemente sombrío y frío para negarle un poco de calor, aunque sea tan falso e impostado. La superposición, donde dos cosas opuestas forman mi verdad al mismo tiempo, es mi estado natural. He puesto este ejemplo porque nos une, pero hay cientos que no.
No sé qué duele más: no ser y parecerlo, o serlo de verdad. Es un horror. No paras de juzgar. Juzgar a ciencia cierta. Lo cierto es que soy yo.
Por cada confrontación, yo solo me encogía. Cada vez que mirabas debajo de una mesa para ver si hay migas de pan, me iba haciendo cada vez más pequeñito y codependiente. En El Mejor Idilio agachaba la cabeza y me miraba a los pies.
¿Cuantas cosas quedan por barrer? Ya no te agachas. Ya no te importa. Es la verdad lo que hay que aceptar. Tienes razón, no lo digo yo.
Siempre me había creído con fuerzas para sujetarnos a los dos. Pero a la hora de la verdad, mi salvavidas no puede soportar tanto peso. Y del mismo que se le agotó a la de OTRAS, ahora el peso ya ha hundido todos los granos del reloj de arena. Y con ello, dejó de tener significado el tiempo. Sin tiempo no hay recuerdo, y sin recuerdo ya no hay unión.
“Quien dice las palabras más amables y bonitas es quien no está enamorado”. ¿Cómo es que no nos hemos dado cuenta antes? Creo que, otra vez, el conformismo me ha entumecido. Creía que podría ser suficiente, pero nunca voy a estar a la altura. Así que, ¿para qué seguir matándonos?
Y cada día más que pasa tienes más y más razón. Lo digo yo, esta vez lo digo yo.
Me llamas hipócrita porque hablo de Amélie y el amor romántico; pero luego salto a Las Vidas Posibles de Mr. Nobody y el liberticidio individualista. Y sé que es mi culpa, porque siempre he intentado mantenerte a flote aunque sabía que nunca podría hundirme contigo. Desde el minuto uno yo ya venía envasado al fracaso. Y aún así me empeñé en cambiar la decoración del salón y en quemar la bandera de la amatonormatividad al mismo tiempo. Como si nunca hubiese visto American Beauty.
Y la verdad es que esa no es ni tan siquiera la peor de mis contradicciones. No era mi intención en convertirme en una especie de Señor de la Hipocresía. Desde mi punto de vista, sigo siendo íntegro con quién soy: El Club De La Lucha me sigue pareciendo una obra que deja en ridículo a los anarquistas que van de flipados. Porque yo sigo queriendo crear algo y soy lo suficientemente maduro y realista para saber que La Ciencia Del Sueño no es real. Pero eso no significa que tenga opción alguna de hacerlo en esta sociedad.
Al final resulta que en esta película Summer soy yo. Siempre critiqué el final de 500 Days Of Summer, pero ahora espero que se cumpla con todas mis fuerzas porque mereces algo mucho mejor. A lo mejor así, después de todo, la vida de alinea con todas tus expectativas y aparece alguien de verdad. Alguien que sea una sola persona el mismo tiempo, y no una superposición de Pearl de Steven Universe, de Wirt de Más Allá Del Jardín o de Mr. Peanutbutter de Bojack Horseman. Porque como ellos, tengo cientos.
Aunque parezca lo contrario, no esperaba este devenir. Al final has desarrollado una tremenda resistencia a los antibióticos y todos mis ansiolíticos se han quedado sin efecto. Ya ni aún convirtiéndome en el Espíritu del Bosque -el Dios de la Vida y la Muerte en La Princesa Mononoke- podría salvarte. Se me está separando la cabeza del cuerpo en mi corazón.
La culpa es mía. No puedo proteger lo que yo mismo destruyo. Me dices, con razón, que sería más fácil no ser así en primer lugar. Pero nadie puede cambiar lo que es. Ya lo he intentado. Aunque al final no hubo hecatombe nuclear, no es cierto que lo estemos superando sin parpadear. Son ciertas las señales de agotamiento bilateral. (...) We’re stuck in a chain reaction.
Se acerca el reloj a la medianoche atómica. La Unión Soviética y los Estados Unidos de América tienen en sus manos el destino del mundo. La única manera de no perder la carrera armamentística es que ninguno de ellos gane. En un calendario se marca cada día quién va a la delantera y se intenta que al día siguiente el resultado se haya invertido. Solo esta alternancia podrá mantener el empate. Si no, no habrá cuarentena que valga. Cuando uno de los dos bandos cante victoria por 40 días consecutivos, la eutanasia se hará efectiva y la raza humana será borrada de la faz de la tierra para dejar paso al terrible invierno nuclear.
Hace 9 años que viajé solo a Madrid para ver a Lacrosse en el Círculo de Bellas Artes. Fué un concierto antológico para mi propia vida porque era de los pocos conciertos a los que iba con las letras aprendidas y además me permití cantar y bailar en primera fila. La Casa Azul era demasiado doloroso para mi y Astrud los había visto sentado en un auditorio. Lacrosse, en cambio, fueron perfectos salvo por un detalle: estaba totalmente solo.
Me puse en primera fila y grité y hasta hice el ridículo cuando el cantante apuntó al público con el micro. Durante ese concierto lo dí casi todo por primera vez. La gente debió darse cuenta de mi soledad porque, contra todo pronóstico (y como había sucedido en la otra decena de conciertos a los que había ido solo), un grupo se acercó a hablarme y me invitó a tomar algo. Yo acepté superando mi fobia social porque tenía que mantenerme en pie hasta las 6 de la mañana que salía mi vuelo de vuelta a Valencia (era la época de cuando Ryanair creía que podría competir con el AVE a precios irrisorios). Lo que llegó después fue la ansiedad social de siempre:
“¿De dónde eres?” “¿Y te has venido tú solo?” “¿No bebes?” “¿No sueles salir?” “Qué raro todo”. Sigh. Yo no he pedido este ostracismo. Yo solo quiero hablar de cosas importantes: del futuro, de la angustia, de la injusticia, de la buen música, de lo que afecta al corazón y hasta nuestra propia existencia e identidad. Y para todo lo demás, dame absurdo y dadaísmo. No, no me motiva siquiera hablar del tema sexual. Tampoco me drogo. No sé qué queréis que haga si no me hacen sentir nada vuestra alosexualidad y tanta toxinormativdad. Ya, puedo percibir perfectamente vuestra decepción.
Para colmo, no me gusta llegar tarde, cuando la conversación ya ha empezado. Me siento en seguida fuera de lugar. No soporto ser parte del público y que se me enfoque luego con un foco como si tuviera algo que decir. Yo solo sé conocer a la gente de toda la vida o no conocerla en absoluto. Me interesa vuestra vida y quiero que me miréis a los ojos cuando me la contéis, pero no esperéis nada mejor que una pared. Yo me aíslo enseguida hasta en el club de fans de John Boy. El Outsider de los Outsider tocando Creep en el Guitar Hero. Ni esa canción ni yo deberíamos estar ahí. Pero a su vez… doy las gracias por estarlo.
Lo siento por estar tan fuera de lugar. Me gusta sentirme en dos contextos distintos. Mi cabeza está en mis sueños y mi cuerpo está con vosotros. Pero tampoco me gusta que me digan qué tengo que hacer. A veces me gusta hacer favores por otros, pero no tengo tanto amor propio como para ceder ante el hedonismo instantáneo.
Y en el fondo os envidio tanto. Yo también quiero veros amanecer. Yo también quiero estar presente durante la tormenta de arena. Yo también quiero ser fan de Dorian.
Pero al final he asociado todo el Maindiestream y la noche a la soledad y a un rechazo que ya está muy por encima de mi umbral del dolor. Ya no puedo soportar tanta soledad. Tan solo quería emocionarme y volar con vosotros pero sin tener que adaptarme a esa toxinormatividad. No me importa lo que hagáis, solo quiero ser capaz de sentirme presente sin tener que hacerlo yo también. Pero la sociedad oprime al diferente, incluso sin querer y entre las mejores personas. Lo siento mucho. Tardaré casi una década en volver.
