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Mostrando entradas de octubre, 2019

11.03.12 - Desgarradura [Giles Corey - No one is ever going to want me]


Cree el ladrón que todos son de su condición. Eso es lo único que tiene sentido cuando se le ofrece un sacrificio a Dios y éste sin embargo contesta: “¿Pero acaso esto no es lo mismo que ya me has ofrecido antes? La sangre de tus huestes para mi ya es irrelevante”.

Duele el menosprecio y la falta de empatía. Yo solo tengo una vida y ofrecerla dos veces es mucho más de lo que deberías querer. Y tú, Dios, ¿Qué tienes que ofrecer más allá de una teleología defectuosa?

Yo tan solo esperaba algo de respeto, pero me gané más que nunca una visión panorámica de la espalda alejándose en el tiempo y la distancia. “El amor verdadero siempre vuelve”, pensé. Pero para eso tiene que ser, o bien amor, o bien verdadero. Aún no sé qué espejismo me engullía, pero realmente no es importante. No me arrepiento de ningún tiempo perdido, porque cada segundo fue ganado y disfrutado; pero sí lamento de haberme pasado de arrogante y haber sobrestimado la fé y la confianza.

Tan solo me queda esperar a terminar de desgarrarme. Y drogar mi autocomplacencia con Pessoa y Cioran. Desde aquí vislumbro claramente la lucidez en la oscuridad. Solo así, créeme, terminaré de renacer. Tal vez esté a punto de encontrar a ese nuevo Dios que de momento no es más que un sueño.

I wanna feel how I feel when I'm asleep.

11.03.11 - El Dolor [Lana Del Rey - Ultraviolence]


El dolor es una señal de alerta de nuestro sistema cognitivo. Tanto el físico como el emocional. Cuando nos pisan los sentimientos, ladramos y mordemos por un mecanismo de defensa ancestral; como si nos hubiesen pisado la cola que ya no tenemos.

Saber cuándo y cómo desafiar el dolor requiere de bastante inteligencia y experiencia. Nadie nace sabiendo, pero tampoco es que estemos en una sociedad donde se enseñe muy bien cómo aprenderlo. Ante la pregunta ¿vives o sufres el dolor? la segunda suele ser la respuesta más frecuente. Y así nos va. Masacrándonos los unos a los otros debido a nuestra incompetencia emocional. Utilizando a los demás como un combustible para nuestra propia felicidad, parecemos casi predestinados a rociarlos con gasolina cuando nos hieren nuestros sentimientos.

Podemos encerrarnos en el bucle egocéntrico del dolor, el del ojo por ojo y corazón por corazón, y acabar destruyéndonos; o podemos crear algo más grande de todo eso. Podemos crear empatía, conexión, comprensión y amor. En lugar de acurrucarnos en nuestro pozo de miserias, podemos buscar la compasión desde ese aturdimiento. Podemos ahogar nuestros gritos contra el pecho de un ser amado. Pero para todo eso hay que racionalizar el dolor. Enfrentarlo. Atravesarlo. Abrir nuestra amatista y demostrar al otro que, sí, nos duele; pero que somos capaces de superar todo lo que se nos venga encima. Porque creo que eso es lo que mejor define al ser humano y nuestra relación con la vida. Nuestra capacidad de adaptación y superación. Y el dolor es también una parte de la vida. Así que no basta sufrirlo; hay que saber vivirlo.

Hay quien dice que lo contrario del amor es el miedo. Y me sirve como metáfora para explicar cómo el miedo al dolor nos hace perder nuestra eficiencia afectiva. Es de cobardes renegar de nuestras emociones y obviar como afectan al resto. Porque ni mostrarse vulnerable es una debilidad, ni evitar el dolor es siempre la solución más sabia. Porque crear algo siempre cansa y duele; y más si se hace desde un plano tan íntimo como el emocional. Pero no por ello debemos renunciar a hacerlo. Al fin y al cabo, estamos hechos para ello. ¿Qué vamos a hacer si no con tanta inteligencia y valentía?

No hay ni por qué elegir. Se puede construir una catedral interna con nuestra autosuficiencia adulta, y al mismo tiempo tender los puentes que acaben generando la auténtica forma de riqueza que es la empatía. Aunque duela. Precisamente es es el lenguaje de nuestro propio cuerpo. El amor es lo que más vale, y por eso es lo que más duele.

11.03.10 - Severus Snape [Lana Del Rey - Mariners Apartment Complex]


Eres despreciable. Una nimiedad. Solamente una entre miles de millones. No estás tan comprometida con lo que de verdad importa y tu huella ecológica es más un pedo que una plantación. Desgastas nuestra tierra. Haces flaco favor a la existencia. Y aún así, eres de lo mejor que tiene este planeta que ofrecer. La cúspide del intelecto humano. Las pirámides de la empatía. Tan inteligente que conviertes el lenguaje en verborrea; y la verborrea en pie, cuerpo y titular. Eres huella y eres trascendencia.

Eres fea. Grasienta y deforme. Tu cráneo no está capacitado para albergar a todo tu ser y se pierde más allá de toda simetría. Tu cuerpo es fuerte donde no quieres que sea y frágil donde lo debería tocar. Tu piel es porosa y marchita; y aún así la quiero lamer aunque sea como a una esponja áspera. Eres mística, mítica y mitocondrial. Ardo al arañazo de un sudor ausente. Agitas mi cuerpo. Eres excepcional, eclipse a varias horas del día; semáforo siempre en intermitente y la última farola antes de llegar a casa. Eres el viento soplando contra los árboles y el rumor posterior al equinoccio de otoño y al de primavera. Con la brisa adecuada; la que construye belleza desde la paz.

Eres egoísta. Tu introversión te cierra más que los párpados. No puedes sentir cuanto todo se precipita demasiado cerca. Me llevas a un brazo de distancia y creo te gustaría devorarte a ti misma hasta no tener ni que invocar a los demonios por WhatsApp. Eres impertinente. Eres imprescindible. Eres impune. Trato de deformar la realidad cuando te quiero despreciar y fracaso. Yo solo puedo pensar en lo que no puedo comprender.