11.03.11 - El Dolor [Lana Del Rey - Ultraviolence]


El dolor es una señal de alerta de nuestro sistema cognitivo. Tanto el físico como el emocional. Cuando nos pisan los sentimientos, ladramos y mordemos por un mecanismo de defensa ancestral; como si nos hubiesen pisado la cola que ya no tenemos.

Saber cuándo y cómo desafiar el dolor requiere de bastante inteligencia y experiencia. Nadie nace sabiendo, pero tampoco es que estemos en una sociedad donde se enseñe muy bien cómo aprenderlo. Ante la pregunta ¿vives o sufres el dolor? la segunda suele ser la respuesta más frecuente. Y así nos va. Masacrándonos los unos a los otros debido a nuestra incompetencia emocional. Utilizando a los demás como un combustible para nuestra propia felicidad, parecemos casi predestinados a rociarlos con gasolina cuando nos hieren nuestros sentimientos.

Podemos encerrarnos en el bucle egocéntrico del dolor, el del ojo por ojo y corazón por corazón, y acabar destruyéndonos; o podemos crear algo más grande de todo eso. Podemos crear empatía, conexión, comprensión y amor. En lugar de acurrucarnos en nuestro pozo de miserias, podemos buscar la compasión desde ese aturdimiento. Podemos ahogar nuestros gritos contra el pecho de un ser amado. Pero para todo eso hay que racionalizar el dolor. Enfrentarlo. Atravesarlo. Abrir nuestra amatista y demostrar al otro que, sí, nos duele; pero que somos capaces de superar todo lo que se nos venga encima. Porque creo que eso es lo que mejor define al ser humano y nuestra relación con la vida. Nuestra capacidad de adaptación y superación. Y el dolor es también una parte de la vida. Así que no basta sufrirlo; hay que saber vivirlo.

Hay quien dice que lo contrario del amor es el miedo. Y me sirve como metáfora para explicar cómo el miedo al dolor nos hace perder nuestra eficiencia afectiva. Es de cobardes renegar de nuestras emociones y obviar como afectan al resto. Porque ni mostrarse vulnerable es una debilidad, ni evitar el dolor es siempre la solución más sabia. Porque crear algo siempre cansa y duele; y más si se hace desde un plano tan íntimo como el emocional. Pero no por ello debemos renunciar a hacerlo. Al fin y al cabo, estamos hechos para ello. ¿Qué vamos a hacer si no con tanta inteligencia y valentía?

No hay ni por qué elegir. Se puede construir una catedral interna con nuestra autosuficiencia adulta, y al mismo tiempo tender los puentes que acaben generando la auténtica forma de riqueza que es la empatía. Aunque duela. Precisamente es es el lenguaje de nuestro propio cuerpo. El amor es lo que más vale, y por eso es lo que más duele.

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