7.04.09 (080) - otaminonA

El hombre aparcó el coche en doble fila como otros lo habían hecho antes. Tenía que esperar pacientemente a que ella saliera de la Escuela para llevarla a casa, así que se puso a revisar unos papeles que tenía en el asiento del copiloto.

No tardó en percatarse de que una de las miradas de la calle se repetía a intervalos regulares. Se colocó las gafas y observó la acera: un chico daba vueltas y vueltas aislado por sus cascos. De la cafetería al colmado, del colmado a la cafetería. El hombre recordó una de las historias de su hija, de un chaval que alguna vez pasaría a buscarla y que la llevaría a dar un paseo por el centro antes de embarcar en un tren camino a casa. No le pareció mal chico, así que enseguida asoció esa historia con su presencia, y fingiendo leer se puso a cavilar si realmente este extravagante extraño sería el falso héroe de aquella sencilla historieta.

Pero antes de que el cuento tuviese un nudo y un desenlace, su hija salió de la Academia, montó en el coche y él arrancó y se fue. Ella no era la mujer cítrica de aquel cuento precoz y cuando las luces se apagaron a él temió que María Carbonell se hubiese transladado a Serrería bajo orden de demolición.

Feliz aniversario, Lemongirl.

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