Conversación que tuve conmigo mismo mientras me zampaba una ensalada de pasta de las mías.


¿Por qué hay que conformarse con tan poco? ¿Para qué tener la capacidad de imaginar mucho más allá de las fronteras físicas de nuestro cuerpo y nuestro tiempo?
¿Te parece poco? ¿Existir y estar vivo?
Sabe a poco.
Pero es como un superpoder. El superpoder de existir y hacer cosas tangibles.
Cosas tangibles… ¡eso es tan S!. Yo no quiero hacer cosas, yo quiero trascender. Si tengo algún superpoder, ese será acaso la depresión. La depresión de estar existiendo bajo una decepción constante.
¿Y qué pasa con los otros sentimientos?
Pues precisamente. Todos los sentimientos proceden esencialmente de las recompensas que decide reportarnos nuestro cerebro. No somos libres.
¿Te parece poco ese libre albedrío?
¡Claro que sí! Todo lo bueno sigue siendo S. A mi libre albedrío no le queda más poder que luchar contra la mediocridad de las sensaciones intrascendentes. Es bastante triste que el summum (y encima agotable) ante tanta agonía existencialista sean los orgasmos. No podemos trascender más allá de un orgasmo.
Claro que se puede.
No, no se puede. Porque la calma, la tranquilidad, el nirvana o la ataraxia son formas de estar menos vivo. Porque la vida es conflicto. La vida es buscar esa recompensa. Y de eso se aprovecha hasta el sistema. El capitalismo no es más que una trampa diseñada por los S que nos oprime a la minoría N. A todos los que solo deseamos soñar y conectar un poquito más.
Pero admite que soñar no es nada productivo. Un sistema basado en los sueños es sencillamente insostenible.
Pero no quiero creerlo. No puedo conformarme con no ir simplemente un paso más allá. Quiero seguir buscando la trascendencia, pero no a través de la calma, si no a través de la emoción. Quiero vivir.

Comentarios