8.05.22 (068) - Loftið verður skyndilega kalt

Ólafur Arnalds



Ya tenía planeado escribir sobre un beso cuando vi en el Facebook de Marina (ésta vez la de verdad, no una fruto de mi imaginación), como imagen de perfil, este precioso cuadro de Francesco Hayez.


Una megafonía en mi subconsciente lleva un par de semanas radiando un fragmento de una canción de Sabina en modo bucle. "Si pudiéramos amar como animales", dice, si volasen los dragones. Y lo que me evoca, el producto de la transmutación de lo semántico a lo conceptual y de lo conceptual a lo tangible (al menos mentalmente); es a una pareja encerrada en unos mal llevados 5 metros cuadrados, atrapados ante la lluvia y el calor al mismo tiempo. Con ella debajo, desaliñada y con el pelo empapado en su propio sudor se inicia el ritual concreto de esa fracción de sexo a la que llaman beso:

Ella se está dejando dominar. Desvanecida de su propia consciencia y sin embargo más consciente que nunca de si misma, se deja recorrer la espalda como si después de exhalar se fuese a caer contra la almohada y a no levantarse nunca más. Él la roza de abajo a arriba por la espalda como si al tratarla con delicadeza fuese capaz de abrirla de punta a punta hasta reintegrarse al fin con cálido útero que le obligaron a abandonar.

Y al final, cuando ambos han subrayado una vez más todas estas sensaciones como objetivo y motivo único de toda su existencia, se tienen frente a frente, demasiado cerca, con las manos muy pegadas al rostro del otro arqueadas como si hubiesen atrapado una libélula sobre el filtro labial. Y, no es nada nuevo, se van a besar.

Yo no sé en qué se diferencia ese gesto de llorar. Llorar con alguien, eso sí.

Tenemos dos animales muy pegados que en cuanto se descuidan y empiezan a pensar en la vida con un mínimo de seriedad no pueden evitar sentir un pánico que no saben cómo disimular. Y se les ve toda la jugada, ambos destruidos y claudicando ante el otro, a ver si cumplen el pacto de no agresión y el instinto se los lleva fuera de toda lógica sin más.


Me estremeció el cuadro de Hayez.
De todas formas, cuando trato de mirar la escena desde la primera persona, aunque el texto sea el mismo, siento que acabo condenado a otro beso muy distinto. El de Magritte.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Qué bonito Yago. Me ha encantado el texto!! Tienes razón en que no se diferencia mucho un beso con el gesto de llorar con alguien. En los dos hay un abrazo. Y lo que dices del beso de Magritte, yo siempre he interpretado ese beso, como una metáfora de un amor incondicional, y como suelen llamarle, ciego. Cómo si el pañuelo que les cubre fuese el amor... Pero es una interpretación... también se podría interpretar como un amor que ahoga y aprisiona...
En fin, que a veces vulgarizamos los besos y no nos damos cuenta de lo especiales que pueden llegar a ser. Bona nit!!

Miri Spuni
AndriasSch ha dicho que…
Esta entrada es simplemente genial, preciosa >_<
¿como puedes escribir cosas tan bonitas?
¡¿Para cuando un libro Haakvjorkiano?!