8.06.04 (074) - Break up girls!

The Raveonettes



Aterrizo la yema de mi dedo índice sobre la agenda cultural y marco con la grasa que despide mi piel un rastro entre todas las actividades que se me declaran aceptables para mañana Sábado.

A parte del cine, al que podemos entrar agarrados del brazo a ver las calamidades llegar; tenemos por ejemplo una velada de Jazz en el Jardín Botánico. Presupongo que tendrá una terraza en la que uno se puede a tomar un Nestea cruzando las piernas una sobre la otra, fingiendo que te toco la mano por accidente, aprovechando este regalo de viento fresco que no me esperaba para este Junio y aliñándonos un bello atardecer con buena música de fondo.

Aunque no sea así, existen una gran cantidad de alternativas que podemos pasar por nuestros hombros sin problemas. Podemos sentarnos, a brazos pegados, en las butacas de cualquiera de los teatros de esta ciudad a ver la otra que nos quieran presentar. Hay cafés-teatro de mesitas para tomar algo que te obligan a estar muy cerca de la otra persona y conciertos en los que vigilas con una burbuja imaginaria a la otra persona para que no se vaya a perder.

Vaya, he encontrado el mínimo común múltiplo.

No se me escapan todos esos viajes en cercanías que siguen estando allí. Que me dejan dormido en sus vagones esperando llegar a tu parada. Y me acuerdo de mis histriónicos viajes en la Alta Velocidad en posiciones surrealistas, como gritarte en medio de un puente que no te vayas viendo como lo cruzas en horizontal y yo con ganas de desaparecerme en vertical y hacia abajo.

Levanto el dedo del papel. Será que me hago mayor, pienso. Luego, observo que mi mano no tiembla y siento que quiero verte de igual manera que siempre, pero sin la ansiedad habitual. Apruebo mi reflexión, y vuelvo a escrutar con el dedo alguna actividad con la que soñar. (Y si no quieres venir, no lograrás que me arrepienta más. Tú sabrás).

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