9.01.04 - Sportfuck [The Blanche Hudson Weekend - Grip of Fear]

The Blanche Hudson Weekend - Grip of fear

Ya no se conoce a nadie.

Cruzo la sala completa de un extremo a otro porque la he visto en la barra con pinta melancólica y la sensación de estar muy a gusto pero tambiéno perdida en el ambiente. Yo he optado por colocarme a un lateral, en las sombras, como en los viejos tiempos cuando no conocía a nadie en los conciertos. Ahora simplemente me ha dado una especie de melancolía por la soledad. Ella ha optado por la barra porque ahí puede reposar la cabeza y descansar. Yo lo que veo es que usa su pelo como mantel y he sentido unas ganas tremendas de tejerlo un poco con los dedos. Seguro que si se lo digo así dejará que lo haga tarde o temprano.

-Hola. -La saludo
-¿Uh? -Responde
-Cásate conmigo.
-¿¡Qué!?
-No tiene porque ser ahora. Podría ser dentro de unos siete años.

Sonrío, porque seguro que tampoco le importa mi petición. La verdad es que pensándolo bien si dentro de siete años me sigue soportando, acabo de tener una idea brillante. Si va a salir corriendo de todas formas, al menos vendamos ya los artificios que tantas ganas hay de comprar. Ella, pues duda; porque cuando un loco se enamora de tu cabello a veces puede ser que quiera prenderte fuego más por fuera que por el interior. Yo solo tengo una enclenque corazonada pero toda su piromanía está contenida en hacerla gritar en silencioso cuando aprenda lo bien que la puedo abrazar. A ese nivel soy un fondo de inversión que de tan bueno ella se solo pensará que voy a ser malo. Por suerte, como no me conoce, ignora la bondad con la que suelo hacer las cosas; así que se arriesga a que sea un hijo de puta y me dice que sí. Bendita sea la ignorancia.

Ahora supongo que tengo que besar a la novia. Como no entiende nada, se deja como nunca antes se me ha dejado; y luego sonríe apartándose los cabellos y pidiendo una bebida que de seguro no me gustará, de alcohólica amarga, pero que me brindará la ocasión de conocer sus labios por dentro con la falsa apertura que se provoca al beber. Ya cometo el primer gran error de la noche yéndome por las abruptas muecas que aún no ha hecho su rostro porque ni tan siquiera la han traído el vaso. Si me emparanoio pesando en unos labios que no conozco, ¡y que ya he besado!, caeré por segunda y seguro que última vez.

Como todavía tengo ventaja podré agarrar por la cintura y acompañar por los hombros a mi esposa conduciéndola más cerca del escenario cuando el grupo se digne a presentarse ante sus súbditos. Luego el ruido comienza, y según vamos gozando, con el paso de las canciones sé que se está cansando de que la apriete por la cintura tanto, de que la acaricie el brazo, de que tenga ganas de olerle su pelo (eso es algo que ni intento; ella puede percibir que quiero hacerlo y eso es al máximo que puedo llegar) y me nota nervioso porque ahora que ya casi me conozco todo su cuerpo en todas las formas disponibles a la vista necesito penetrar en su mirada para sentir que hace ya ¿una hora? cuando la besé, besé a una chica de verdad. Siente mi alegría, mi alborozo, mi compromiso con la belleza, mi adulación, y siente el pánico de las cosas buenas. Se siente superada, ya no por los centímetros que le saco si no por el tamaño del corazón que me cruje contra las costillas. Entra en pánico, soy demasiado bueno; no me la voy a tirar, voy a casarme (metafóricamente) con ella esa noche.

Ella no quiere eso. Quiere cualquier cosa en el mundo pero no eso. La da pena que no sepa cuando meter el rabo entre las piernas. Necesita emborracharse pero no tiene fuerzas ni para ir hasta la barra a por más alcohol. Se ve yéndose y me ve llorando. Ya ni se va a molestar en mirarme. Total ¿Para qué? Yo ya no siento nada al tenerla cerca, solo inseguridad: hasta la estática de su jersey me repele, su ropa me da calambre y su piel calamidad. Huye antes del bis; antes de que me de tiempo a quererla mucho.

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